En Sintonía con los Planes de Dios

Daniel 9:1-6 TLA: “Daniel también escribió: Un día, yo estaba leyendo el libro del profeta Jeremías. Cuando llegué al pasaje donde Dios le anuncia al profeta que Jerusalén quedaría destruida durante setenta años, decidí ayunar. Luego me vestí con ropas ásperas, me senté sobre ceniza, y comencé a pedirle a Dios por mi pueblo. Cuando esto sucedió, el rey Darío llevaba un año de reinar sobre los babilonios. Darío era hijo del rey Asuero, y pertenecía al pueblo de los medos. Yo le dije a Dios en mi oración: “Dios mío, tú eres grande y poderoso. Tú siempre cumples lo que prometes, y muestras tu amor a quienes te aman y te obedecen. Por eso, tengo que reconocer que hemos pecado. Nos hemos portado muy mal contigo; hemos vivido como si tú no existieras, y te hemos desobedecido. Los profetas hablaron de ti a nuestros reyes y a nuestros jefes, y también a nuestros padres y a todos nosotros. Pero nunca ninguno de nosotros les hizo caso”.

El profeta Daniel fue un hombre usado por el Señor en un momento crítico para el pueblo de Israel. El pueblo se alejó de Dios y Él los entregó a sus enemigos, el rey de Babilonia los invadió y se llevó cautivo a sus habitantes, entre ellos a Daniel, quien tuvo que vivir desde su adolescencia como exiliado, lejos de sus costumbres y bajo el yugo de un pueblo opresor, sin embargo, en esas circunstancias demostró su amor y fidelidad a Dios, buscó llenar su corazón de fe en la promesa de libertad y no de amargura. Mirar la vida de Daniel nos inspira, por ejemplo, a no quejarnos por lo sucedido en el pasado.

En el capítulo 9 del libro de Daniel vemos la forma en la que él conocía a Dios, Aquel que le prohibían adorar en cautiverio. El verso 1 nos dice lo que estaba haciendo Daniel en esos momentos: “yo estaba leyendo el libro del profeta Jeremías”. En momentos de crisis él estudiaba la palabra de Dios. Luego continúa diciendo: “Cuando llegué al pasaje donde Dios le anuncia al profeta que Jerusalén quedaría destruida durante setenta años” (v.2), Daniel buscaba entender sus tiempos y los de Dios, recordar en qué momento estaba, porque guardaba la esperanza de ser liberado por fin por su Señor, Daniel tenía presente los tiempos del Señor para recordar sus promesas.

Dios había anunciado a través del profeta Jeremías que su cautiverio duraría 70 años y luego podrían regresar a su pueblo. Daniel entendió que la promesa se acercaba, pero no se quedó solo esperando por verla, dice: “decidí ayunar. Luego me vestí con ropas ásperas, me senté sobre ceniza, y comencé a pedirle a Dios por mi pueblo (v.3)”. Con la certeza de su cumplimiento necesitaba recordar Quién la había hecho: “Dios mío, tú eres grande y poderoso. Tú siempre cumples lo que prometes, y muestras tu amor a quienes te aman y te obedecen” (v4). 

Daniel recordó quien era su Dios, pero también entendió quién era él y cuál era la motivación correcta para clamar al Padre. Su motivación no podía ser la queja por el cautiverio, tampoco la exigencia de libertad. Su clamor era una súplica de perdón por los pecados cometidos por él y su pueblo: “Por eso, tengo que reconocer que hemos pecado. Nos hemos portado muy mal contigo; hemos vivido como si tú no existieras, y te hemos desobedecido” (v5). Reconociendo que si Jehová les permitía volver a su tierra deberían volver en arrepentimiento y adoración, conscientes de que no tenían merito alguno en esta decisión y que solo era una muestra de la misericordia de Dios, la forma más acertada de acercarnos a Dios, en arrepentimiento, confesando nuestros pecados, reconociendo nuestros errores, pidiendo perdón y misericordia.

¿Cuál fue el resultado de la oración de Daniel? Un encuentro con la sabiduría celestial que trajo entendimiento a su situación: “Escucha, Daniel: vengo para ayudarte a entender todo esto. Dios te quiere mucho, así que tan pronto como empezaste a orar, Dios contestó tus oraciones” (v.22).

El Señor nos habla claramente y nos está dando el entendimiento que necesitamos para conocer su plan. Acerquémonos a Él con la actitud y motivación correcta, reconociendo que el único camino es Cristo y que necesitamos buscar su rostro y su perdón para ser usados, sanados, liberados y para que podamos ser portadores de las bendiciones que nuestro Señor también tiene reservadas para quienes ha preparado y entienden sus tiempos.

Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (GV)

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