La verdadera esencia de la vida cristiana se encuentra representada en una palabra: MORIR, por esto resulta tan difícil y poco atractiva para muchos, porque refleja todo lo contrario a lo que queremos que es vivir a nuestra manera, sintiéndonos libres de cada decisión por equivocada que sea, dueños de nuestra vida; mientras que Jesús tiene una invitación poco llamativa pero revolucionaria para nuestro entendimiento: ¿quieres dar fruto en tu vida?, ENTONCES DEBES MORIR. Veamos lo que en esta oportunidad Jesús enseña a sus discípulos:
Juan 12:23-25 (TLA): “Él les dijo: -Ha llegado el momento de que todos sepan de verdad quién es el Hijo del hombre. Ustedes saben que el grano de trigo no produce nada, a menos que caiga en la tierra y muera. Y si muere, da una cosecha abundante. Si ustedes consideran que su vida es más importante que obedecerme, no tendrán vida eterna. Pero si consideran que su vida en este mundo no es importante, y me obedecen, entonces tendrán vida eterna.”
Jesús lleno de autoridad está hablando a través de su ejemplo. Llegaba de cumplir el deseo del Padre, su máxima muestra de obediencia: la Cruz. El acto que dio la cosecha más abundante que puede existir: la iglesia, ¡NOSOTROS SOMOS SU COSECHA!
No obstante, ¿qué quiere decirnos Jesús cuando, con toda autoridad, nos pide morir? Bueno, él mismo lo explica en el pasaje, bíblicamente hablando, un sinónimo para morir es OBEDECER porque estamos renunciando a nosotros mismos y a nuestros deseos para rendirnos al deseo de Dios, mientras más obedecemos, más morimos para que El viva en nosotros.
Cuando andamos como una rueda suelta por el camino, es fácil responder a la pregunta ¿por qué no estoy dando fruto? El grano de trigo por sí solo no produce nada, A MENOS QUE, o HASTA QUE caiga en la tierra y muera.
Aunque no lo entendamos, cada vez que morimos El crece dentro de nosotros y todo es hecho nuevo. Entonces, si quieres que todo sea hecho nuevo, necesitas morir y ¿hasta qué punto?, bueno la biblia nos enseña y nos confronta con este significado y su producto más exquisito: una adoración extravagante, lo hace a través de la vida de ABRAHAM, quien soñaba con su descendencia pero su esposa Sara era estéril, sin saberlo su tiempo de espera era parte del plan de Dios. Un día siendo ya un anciano, por Su misericordia y producto de una promesa, ocurrió el milagro y llegó Isaac, sin embargo, extrañamente años más tarde, Dios le pide literalmente SACRIFICARLO, entregárselo para mostrar su obediencia y rendición total a Su voluntad. Abraham necesito morir a lo que más amaba para ver la victoria en su vida, Isaac si fue sacrificado, él murió en el corazón de Abraham y eso fue lo que agradó a Dios. Entonces, la “cosecha abundante” de la que habla Jesús en nuestro pasaje de hoy, se da sólo cuando literalmente matamos eso que más amamos y morimos a nuestro derecho de poseerlo para rendirlo ante el Señor, por fe en Aquel que nos ha dado la promesa, por amor a él nos es necesario obedecer.
Abraham no sólo pasó la prueba, sino que dio una cosecha tan grande en su vida que todavía se cuentan los miembros de su familia del pacto, así que lo que Dios le dijo se cumplió.
¿Quieres tener un fruto abundante?, entonces necesitas MORIR. Abraham no lo vio, pero Dios le cumplió, pueda que no alcances a ver el fruto de tu sufrimiento, de ese morir, pero lo importante es que otros darán la gloria a Dios por ello, porque lo importante de tu proceso y mi proceso es SU GLORIA.
Devocionales Refúgiate en Su Palabra – Casa de Refugio (KMR)
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