“Después de esto, leyó todas las palabras de la ley, las bendiciones y las maldiciones, conforme a todo lo que está escrito en el libro de la ley. No hubo palabra alguna de todo cuanto mandó Moisés, que Josué no hiciese leer delante de toda la congregación de Israel, y de las mujeres, de los niños, y de los extranjeros que moraban entre ellos.” Josué 8:34-35 RVR 1960
En el anterior aparte Bíblico del libro de Josué se enmarca el final de la toma y destrucción de Hai, pueblo viciado que residía en Canaán y que al igual que Jericó debían ser aniquilados a filo de espada para tomar posesión de la tierra prometida. Relatan las Escrituras que Josué ejecutó el plan en complicidad con el cielo, liderando una emboscada donde pretendía encarar de frente a la ciudad de Hai, mostrándose como un adversario débil y exiguo, uno que huiría ante el primer envión enemigo; pero en cuanto así lo creyó la gente de Hai, su ejército se abalanzó insensatamente contra los Israelitas dejando la puerta de la ciudad abierta; entonces la gran masa del ejército de Josué, que sitiaban la ciudad desde diferentes frentes, ingresaron y conquistaron la ciudad hasta dejarla en cenizas, literalmente en ascuas; ni su rey fue objeto de compasión por parte de la furia Israelita, pues fue colgado, exterminado y dejado entre piedras a la entrada de la ciudad como señal arrasante de victoria Israelí, monolito que según las Escrituras aún existe.
Es categórica la genialidad que debe tener un general líder que pretende exterminar a su enemigo, aquellos adversarios con endemoniado proceder; pero Josué fue sagaz y contundente y sus relatos dan fe de ello, fue este un líder conquistador, perspicaz y sin compasión alguna con la maldad adversaria y eh aquí su gran secreto: La victoria que ostenta Josué reside en que él recibía instrucciones directamente de Dios asido firmemente al libro de la ley: “Jehová dijo a Josué: No temas ni desmayes; toma contigo toda la gente de guerra, y levántate y sube a Hai. Mira, yo he entregado en tu mano al rey de Hai, a su pueblo, a su ciudad y a su tierra” Josué 8:1 RVR 1960
Con nuestra espiritualidad sucede lo mismo que aconteció en Hai, entre nosotros y la promesa de Dios moran seres indeseados, pensamientos y hábitos de maldad que deben ser desterrados, exterminados sin piedad, con sigilo y astucia; pero para ello es necesario conocer muy bien ese enemigo que se esconde en mí: ¿Cómo opera? ¿Cómo persuade para mal mi mente, mis pensamientos? y allí, justo allí, es cuando debemos orar a Dios clamando por su instrucción divina, porque de cierto les digo que Jehová habla a todos sus hijos de la misma manera como solía instruir a Josué; y si prestamos la debida atención, Él nos va a responder conforme a su ley indicándonos qué hacer, cómo vencer a nuestros enemigos; así algunos piensen que loco estoy por hablar “solo” a sabiendas que con Jesús a mi lado la soledad no existe, es Él la compañía que trae siempre y en todo lugar el mejor de los consejos. Y si batallando por ser mejores en Dios nos topamos de frente hermanos con la fuente principal de la maldad que habita en nuestra tierra prometida; no tengamos la más mínima compasión con esta, dispongámonos en batalla hasta colgarla de un madero, aniquilándola mientras empuño fuertemente la espada de Jesús, levantando un monumento en piedra como señal de victoria tal cual hizo Josué con el que alguna vez fue el rey de Hai.
Señor Padre Santo quiero una vez más clamar para que tu voz, esa que proviene de una oración efectiva sea escuchada y retenida para siempre en mis pensamientos, concede que estos pensamientos se transformen en las palabras que permitan edificar tu obra a través de mi cuerpo; te lo pido de todo corazón Señor, vuélvete nuestro consejero de cabecera, dótanos de tu escudo y espada para poder sortear en victoria las batallas del pecado, te damos rienda suelta Señor para que extermines los entes de maldad que se esconden en el profundo oscuro de nuestros pensamientos y que nos alejan premeditadamente de tu promesa; permítenos disfrutar de la victoria para poder clamar al mundo, a los que están lejos y los que nos reodean: “las palabras de la ley, las bendiciones y las maldiciones, conforme a todo lo que está escrito en el libro de la ley. Josué 8:34 RVR1960 te lo pedimos y suplicamos Señor Amén.
2021 Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio (FJCG)
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