Este pasaje nos enseña que definitivamente El Señor es quien escudriña los corazones y conoce sus verdaderas intenciones.
El ladrón que aceptó el hecho de que Jesús era verdaderamente el Rey de reyes, no tuvo tiempo de arrodillarse para orar, ni de hacer buenas obras, ni de adorar; pero tuvo fe, la cual es suficiente para recibir la salvación. Los eruditos de la ley y los profetas no reconocieron a Dios hecho hombre en Jesús, tenían un conocimiento abundante, pero sin la dirección del Espíritu Santo, por tanto no tuvieron la revelación y estuvieron entenebrecidos con su propia imagen del Mesías.
A este hombre sólo le bastó la fe, creyó, y esa fe le fue contada por justicia. Otro hecho importante que vemos en este pasaje es la tremenda disposición de Jesús para perdonarnos, aun cuando lo estaban crucificando Él clamaba al Padre: «perdónalos porque no saben lo que hacen» (Juan 23:34).
En el caso del malhechor, el sí supo qué hacer, porque con su fe reconoció quién era Jesús y el poder que tenía para salvarlo, no de la muerte en la cruz, sino de la muerte eterna, este hombre puso su mirada en las cosas de arriba más que en las terrenales. Por tanto, que nada ni nadie nos hagan perder la conexión con Dios, que con humildad tengamos la certeza de que Jesús es nuestro Salvador, y aceptemos que lo necesitamos en nuestras vidas. Sin su amor somos metales que resuenan, y sin su dirección podemos caer en la trampa de estar llenos de conocimiento, tener a Dios de frente y no reconocerlo e inventarnos nuestra propia imagen ficticia.
La fe genuina en Jesús, El Hijo de Dios, nos abre la puerta del perdón y la entrada a la salvación.
Devocionales Refúgiate en su Palabra, Casa de Refugio – JENM
#MimetaesPerdonar
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