Fe que Persevera

“En vista de todo esto, esfuércense al máximo por responder a las promesas de Dios complementando su fe con una abundante provisión de excelencia moral; la excelencia moral, con conocimiento; el conocimiento, con control propio; el control propio, con perseverancia; la perseverancia, con sumisión a Dios; la sumisión a Dios, con afecto fraternal, y el afecto fraternal, con amor por todos. Cuanto más crezcan de esta manera, más productivos y útiles serán en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.” (2 Pedro 1:5-8 NTV)

Te has preguntado ¿por qué hay áreas en las que no oramos de manera persistente? Es como ese rincón de la casa al que siempre te da pereza dedicarle tiempo para organizar, por alguna razón no te inspira, te da pereza, no te gusta o siempre te es más fácil posponer su organización que el resto de la casa. Entonces, ¿qué hago con esa área y cómo oro por ella? ¿Cada cuánto oro por ella?

En vista de todo esto…” Nuestro pasaje de hoy es como una receta, nos indica paso a paso cómo debemos hacer para responder con gratitud a Dios por darnos a través de Cristo preciosas y grandísimas promesas, y por medio de ellas hacernos partícipes de la naturaleza divina. Pedro nos dice: “esfuércense al máximo”, en la versión Reina Valera nos dice “poned toda diligencia”. Lucas 18: 1-18, habla del ejemplo dado por Jesús acerca de una viuda persistente, a tal punto que “sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo me agote la paciencia.” Una fe que no persevera, es una fe débil.

Entonces, ¿cuáles pueden ser los obstáculos que me impiden orar con persistencia? Tener una imagen errada o vaga de Dios. Cuando no alimentamos nuestro conocimiento de Dios a través de la palabra, no sabemos cómo dirigirnos a él, o nuestros encuentros con él están limitados. Por ejemplo, sólo hablamos con El Señor y nos convertimos en los mejores siervos, pero desconocemos al Padre, inclusive al ABBA, al Papito Dios, por tanto, ignoramos nuestro papel como hijos adoptivos. Hablamos con el Dios que provee, pero nos limitamos a lo material, porque desconocemos que Él es Suficiente para satisfacer también nuestras necesidades de amor, de paz, de gozo, de todo lo intangible que reconforta el alma y el espíritu. Entonces, ¿cómo es mi Dios? ¿Es un Dios que me habla, me provee, me abraza, me ama, me disciplina, me enseña? ¿He permitido que Satanás, el padre de toda mentira, desdibuje mi imagen de Dios, como un Dios ausente, castigador, que no perdona ciertos pecados, que bendice sólo a ciertas personas? Sólo puedo cambiar esa imagen errada con la Palabra de Dios.

Quizá pensar en esto nos parece irrelevante porque somos juiciosos en estudiar la palabra, entonces conocemos todos los nombres de Dios y sus facetas, sin embargo, alimentar nuestro conocimiento de Dios también significa nutrirnos de este, es decir, vivir en la práctica este conocimiento, por eso Pedro nos cita aquello que complementa nuestra fe, características que deben acompañar nuestro actuar, como la excelencia moral y el dominio propio, todo es un solo conjunto, complemento, como lo resalta esta versión.

En lo personal, hace casi 28 años conozco del Señor, desde el primer momento me apasioné por el servicio y por el estudio de la palabra, podría decirse entonces que mi relación con Dios estaba nutrida de todas sus facetas, pero no, hasta hace tan sólo 3 años pude experimentar al Dios ABBA en mi vida, sí, al que estudié y conocí, pero por diferentes razones jamás pude experimentar realmente, ese Dios Padre tuvo que llevarme a otra nación y dejarme en absoluta soledad para quitar mis impedimentos y conocerle desde esa perspectiva, 25 años sin conocerle como ABBA y reconocerme como hija, viéndome solamente como su servidora y su guerrera, como hija, pero identificada como la oveja negra.   

Entonces, otro obstáculo que me impide perseverar también puede ser cuando tengo una imagen errada acerca de mí. Aquí el problema soy yo, porque cargo con indignidad, con culpa, con resentimiento y en mi cabeza da vueltas un pensamiento: yo no merezco. “Todo el pueblo observaba el estruendo, los relámpagos, el sonido de la bocina y el monte humeaba. Al ver esto, el pueblo tuvo miedo y se mantuvo alejado.” (Éxodo 20:18). Si creemos lo incorrecto de Dios y de nosotros nos alejamos, si creemos lo correcto y lo experimentamos en la vida, podremos orar con persistencia, crecer y ser “más productivos y útiles en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.”

2021 Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio (KMR)

Leave a Reply

Your email address will not be published.