El apóstol Pablo escribe esta segunda carta a Timoteo, estando preso en Roma y antes de su decapitación. Este detalle no es menor, el apóstol daría sus últimas palabras a Timoteo, alguien muy especial para él, a quien consideraba compañero y colaborador de ministerio e incluso su sucesor, así que, entre tantos mensajes posibles, tenía que elegir los más importantes para Timoteo. Pablo estaba preocupado por él, Éfeso era uno de los grandes centros de pecado, el ambiente que rodeaba al joven Timoteo era de tentaciones, además ahí estaba la sede del templo de Diana. Sin duda eran momentos muy difíciles para los cristianos y la apostasía rondaba en cada creyente, incluido Timoteo. Apostasía entendida como el abandono total de los principios de nuestra fe, como un error deliberado de aquellos que, habiendo conocido el Evangelio, ahora lo repudiaban.
Por supuesto resulta fuerte aceptar que el resultado de la predicación del Evangelio no daría como resultado la conversión de muchos sino la apostasía de algunos y eso era precisamente lo que quería evitar el apóstol para Timoteo porque solo así se garantizaría que cumpliría el propósito de Dios para su época. Hoy muchos consideran con optimismo que la función del Evangelio es solucionar problemas sociales, otros creen que los creyentes por el hecho de serlo deben ser personas que constantemente resalten su capacidad para vencer, para crear, para pensar positivamente, como sugiriendo la posibilidad de salvarnos a nosotros mismos haciendo esto. La salvación no es un asunto social, psicológico o ético, es un asunto espiritual e individual pero para los creyentes de la época de Pablo, su palabras en este capítulo 1 de su segunda carta a Timoteo, se muestran pesimistas, no obstante, los tiempos han corroborado la verdad de cada palabra del apóstol Pablo. La iglesia está llamada a enseñar un mensaje donde el centro no somos nosotros y nuestro bienestar sino Cristo, Su obra en la cruz y el papel de la iglesia a lo largo de la historia.
Fidelidad a prueba de fuego es predicar el Evangelio reconociendo precisamente nuestra incapacidad para salvarnos y para salvar cualquier situación pues TODO se basa en la gracia de nuestro Señor. Es una fidelidad que no se sostiene en nuestras capacidades sino en el poder de la Palabra que es infalible y capaz de penetrar hasta nuestros tuétanos, por eso la fidelidad a prueba de fuego es una marca de quienes sabiendo esto están dispuestos a sufrir las aflicciones que toque por causa de Cristo. Esta fidelidad a prueba de fuego es un afianzamiento que se adquiere por el espíritu de poder, amor y dominio propio que nos ha dado el mismo Dios para lograr ser constantes y disciplinados en lo básico, orar, estudiar la palabra y esto redunda en tener y mantener una doctrina sana y libre de la apostasía que nos ronda. ¿Acaso apoyados y sostenidos por nuestro Dios hay posibilidad de avergonzarse del Evangelio? La respuesta es un absoluto NO, apartarse del Evangelio luego de conocerlo es un acto vil de cobardía que avergüenza a aquel que construyó su propia doctrina, lejos de la Palabra.
Tu fidelidad es a prueba de todo cuando no se basa en ti y tus super pequeños poderes, por el contrario, cuando rindes todas tus debilidades e incapacidades a Cristo y dejas que Su obra redentora llegue hasta el detalle más pequeño de tu vida, reconociendo que Él es el único inigualable y eterno Dios, a Él seguimos, por Él vivimos y por Él estaremos dispuestos a partir.
Devocionales refúgiate en Su palabra, Casa de Refugio
#MiMetaEsEnseñar
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