Santiago 3:6-11 RVR1960: “Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?”
El diseño que Dios hizo de nosotros los seres humanos fue acorde a su imagen y semejanza. Podemos pensar, decidir, amar, y definitivamente una de las mejores características, es que tenemos la habilidad de utilizar una lengua para comunicarnos con otros. Sin embargo, lo que hablamos refleja claramente lo que tenemos guardado en el corazón, de lo que abunda en el habla la boca, por eso si nuestro corazón está lleno del amor, la verdad de Dios y de buenos pensamientos, entonces será de esto de lo que hablaremos, seremos capaces de bendecir, de animar, de instruir sabiamente, de dar ideas, de construir proyectos y de edificar. No obstante, así como la lengua puede ser un poderoso instrumento de Dios, también puede convertirse en un arma que puede destruir vidas.
Dice la Biblia en Proverbios 12:18 RVR95: “Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada, pero la lengua de los sabios es medicina”.
Una espada es un arma contundente que tiene el poder de destruir y aniquilar, así también, nosotros con nuestras palabras podemos acabar con sueños, lanzar juicios, quejas, engañar, o inclusive acabar vidas si no medimos bien lo que decimos. Y no sólo se trata de medir las palabras, sino también de qué estamos alimentando el corazón, porque un corazón lleno de maldad se hará visible a través de lo que salga de nuestra boca.
Al ser humano se le ha dado de parte de Dios, el poder de poblar la tierra y gobernar sobre ella, tal como aparece en Génesis 1:28, pero le ha sido extremadamente duro gobernar lo que habla su lengua, y muchas veces en un instante bendecimos a unos y al siguiente maldecimos a otros y esto no debe ser así, porque nos es coherente que con la misma boca con la que le damos gracias a Dios y le adoramos, destruyamos a alguien que fue creado por el mismo Dios.
Si llenamos nuestro corazón del amor y las verdades de Dios entonces tendremos el corazón lleno de lo adecuado y por ende nuestra boca sencillamente reflejará esa llenura poderosa que nos permitirá ser instrumentos poderosos en las manos de Dios, para dar sabios consejos, para levantar al desanimado, dar fe a quien no tiene esperanza, entre mucho. Dios nos dio el poder de hablar no solo para comunicarnos sino también para dejar huella. Entonces ¿cómo queremos ser recordados?, ¿cómo los que golpeamos con nuestras palabras como una espada filosa que destruye? o más bien, como quien con sabiduría puede traer el consejo, el amor y la paz de Dios.
Nuestra boca no puede ser una fuente de la que brote agua dulce y amarga, un a veces sí y un a veces no, sino que constantemente debe ser un instrumento útil en las manos de Dios, porque “del fruto de la boca del hombre se llenará su vientre; se saciará del producto de sus labios” (Proverbios 18:20 RVR95), y definitivamente es muy satisfactorio cuando vemos que ese fruto edifica y no destruye.
Devocionales Refúgiate en su palabra, Casa de Refugio – JENM
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