“Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su Reino no tendrá fin.” (Lucas 1:30-33 RVR95)
Una de las cosas que más me apasionan de la historia de Jesús, es cómo su primera venida se dio de una forma tan inusual e inesperada, entre una aparente contradicción frente a todos los esquemas sociales e ideológicos de la sociedad, de tal forma que sacudió la fe de aquellos que esperaban el cumplimiento de la promesa del Mesías.
Lo primero que pienso al leer el pasaje que nos relata Lucas, es en el poder de Jesús aún antes de nacer para transformar una vida. María, una joven humilde, normal e insignificante para la humanidad, pero no indiferente para los ojos de Dios. En un segundo, su vida dio un cambio extraordinario y pasó a ser una mujer bienaventurada al ser escogida como la madre del Redentor del mundo, Jesús, que en hebreo significa “El Señor salva”. Dios mismo a punto de unirse con la humanidad.
Entonces, nuestro primer motivo de agradecimiento en este día, es por la transformación que ha tenido nuestra vida desde que Jesús llegó a ella. Nunca nadie puede ser el mismo, somos unos antes y otros después de Él, ¡Bendito Su Nacimiento en esta tierra, Bendita su llegada a nuestra vida!
Por otro lado, todos y cada uno de nosotros somos testigos de la veracidad de estas palabras. Jesús fue, es y será el más GRANDE de todos los hombres. Aunque científicos, filósofos y grandes intelectuales busquen opacarlo, aunque el humanismo quiera poner al hombre por encima de Él, NADA ni NADIE puede negar su grandeza, no hay ni habrá nada que se compare con El.
Nuestro segundo motivo de agradecimiento hoy es, porque tenemos un Dios GRANDE, tan grande que no hay lugar donde podamos escondernos, no hay nada que se escape de su alcance, no hay nada que Su presencia no pueda cubrir, no hay nada para lo que EL no sea suficiente porque Jesús es Hijo del Altísimo, nuestro Digno Dios, el Eterno y Omnipresente Dios.
Finalmente, todos los reinados de la tierra tienen una caducidad, inclusive la reina Isabel que lleva 68 años como monarca tendrá su fin, pero el Reino de Jesús no tendrá fin, su reinado es para siempre y por siempre porque Él es Rey de reyes y Señor de señores.
Termino este devocional recordando la letra de uno de mis himnos favoritos escrito por Emely Steele Elliot:
“Tú dejaste tu trono y corona por mí
al venir a Belén a nacer.
Mas a Ti no fue dado el entrar al mesón,
y en pesebre te hicieron yacer.
//Ven a mi corazón, oh Cristo,
pues en él hay lugar para Ti//
Tú viniste, Señor, con tu gran bendición,
para dar libertad y salud.
Mas con odio y desprecio te hicieron morir,
aunque vieron tu amor y virtud.
//Ven a mi corazón, oh Cristo,
pues en él hay lugar para Ti//
Alabanzas sublimes los cielos darán
cuando vengas glorioso de allí,
y tu voz nos dirá de las nubes: «Venid
al hogar celestial junto a mí»”
KMR – Casa de Refugio
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