Lucas 11:1 TLA: “Un día, Jesús fue a cierto lugar para orar. Cuando terminó, uno de sus discípulos se acercó y le pidió: —Señor, enséñanos a orar, así como Juan el Bautista enseñó a sus seguidores.”
En una reciente reunión dominical de la iglesia nuestra maestra de discipulado nos explicó la oración al Padre que Jesús enseñó a sus discípulos cuando estuvo en la tierra y que nos dejó en las escrituras para que tuviéramos una guía de cómo comunicarnos con Él. Entendimos que una oración, a simple vista sencilla, es uno de los mayores legados de nuestro Señor. Él sabía que para muchos no iba a ser fácil buscar su presencia y por eso nos dejó un manual que nos enseña cómo podemos dirigirnos al Padre.
Los relatos de los evangelios nos muestran que la oración era uno de los principales hábitos de Jesús, y en este pasaje de Lucas aprendemos cómo Él quiso compartir con sus discípulos y con aquellos a quien amaba a través de la mejor herramienta de enseñanza, su ejemplo, tanto así que captó la atención de uno de ellos hasta llegar a pedirle que le enseñara a hacerlo.
Orar debería ser un hábito en nuestra vida, abrir los ojos y conversar con Quién tiene el control de todo y de todos para que nos ayude en la tarea diaria de vivir, una sabia decisión para iniciar nuestra jornada, pero a veces, es para lo último que sacamos tiempo porque creemos que los hábitos espirituales se construyen como cualquier otro, obligándonos a hacerlo a diario por encima de las dificultades o los inconvenientes del día a día.
El hábito de pedir dirección y encomendar tu vida al Señor se construye de la misma manera en que construimos aquellos esenciales para la vida, como bañarnos, cepillarnos los dientes o vestirnos, haciéndolo de continuo y pasándolo de generación en generación con el ejemplo, conscientes de la importancia de hacerlo, es por esto por lo que hoy podemos hacerlo de manera natural sin que nadie nos lo tenga que recordar. Somos incapaces de salir a la calle en toalla porque cuando pequeños alguien nos enseñó que debíamos hacerlo vestidos y por más inconvenientes que tengamos, buscamos la forma de resolverlo antes que salir desnudos a la calle o si es el caso no salimos, así mismo deberían ser nuestros hábitos espirituales como leer la palabra de Dios diariamente y orar, congregarnos, adorar, ayunar, etc. Jesús no fue la excepción, como Hombre, en su niñez también fue enseñado por sus padres y adquirió buenos hábitos, Lucas 4:16 TLA: “Después volvió a Nazaret, el pueblo donde había crecido. Un sábado, como era su costumbre, fue a la sinagoga. Cuando se levantó a leer.”
Cuando la palabra de Dios nos hace énfasis en que era «su costumbre«, nos está diciendo también que lo hacía desde pequeño y a menudo, por eso cuando regresó a sus raíces no dudó en hacer lo que le enseñaron. Los hábitos y costumbres se construyen con tiempo, siempre siendo conscientes de su importancia y necesidad.
Llegó la hora de ser conscientes de la importancia y necesidad de construir hábitos espirituales, que nos ayuden a vivir a la manera de Cristo y que nos acerquen a la voluntad del Padre. Llegó la hora de que nuestra vida sea un ejemplo para muchos, de tal forma que nos pidan que les enseñemos cómo tener comunión con Dios, llegó la hora de compartir estos hábitos de generación en generación y de hablar de su importancia en la vida de un hijo de Dios. Llegó la hora de reorganizar nuestras prioridades y darle el lugar a Dios que merece en nuestro día a día.
Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (GV)
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