Como vimos en 1ra de Corintios 2:12-15, el creyente que ha recibido el Espíritu de Dios y mantiene una comunión con él, está en capacidad de juzgar todas las cosas, puede discernir espiritualmente lo que está pasando en su vida y a su alrededor; es decir, tiene la capacidad de diferenciar la verdad del error, porque el Espíritu Santo lo ayuda a ver la realidad a la luz de la revelación de Dios. Acab fue un hombre que por la influencia que ejerció Jezabel sobre él, terminó cediendo el control de su vida, su sumisión a ella lo llevó a no tomar partido en nada, a desviar su corazón a dioses vanos y a la inmoralidad.
Necesitamos identificar todo aquello que intente robarnos el discernimiento y traer pasividad a nuestra vida, no podemos ceder el control de ninguna área al enemigo, porque desde allí él va a gobernar. Miremos la advertencia del Señor en Isaías 5:13: “Por eso va cautivo mi pueblo por falta de discernimiento; sus notables están muertos de hambre y su multitud reseca de sed.”
Veamos cuatro consecuencias de la influencia del espíritu de pasividad o espíritu de Acab:
1. Liviandad hacia el pecado. Aquel que tiene una voluntad firme en Cristo llama las cosas por su nombre. Cuando somos livianos y permisivos con cosas que claramente son pecado y contaminan nuestra vida, poco a poco nos vamos alejando del propósito de Dios y caemos en redes que pueden detener nuestro proceso de crecimiento, al punto de dejarnos estancados durante años. El espíritu de Acab TODO lo permite.
2. Producto de la liviandad, fácilmente perdemos el sentido de nuestra de vida que es, ADORAR al Señor. Cuando perdemos el sentido, dudamos de nuestro llamado y pensamos que “esas cosas” de Dios son para otros y no para nosotros. El deber de Acab era conocer los principios de Dios, pero los tuvo en poco (1 Reyes 16: 30-31) y fue manipulado para introducir en Israel el paganismo y el culto a dioses falsos, quizás no nos damos cuenta de que estamos siendo influenciados para no tener a Dios como la prioridad de nuestra vida y tomar Sus asuntos con ligereza dejando de lado nuestro llamado.
3. No servir o abandonar el servicio. Al espíritu de Acab no busca a los más débiles, al contrario, busca influir en aquellos a quienes Dios ha dotado de muchas capacidades para el liderazgo, busca enseñorearse de los más aptos y capaces para convencerles de quedarse inactivos y no tomar partido en los asuntos del Reino para favorecer las actividades demoníacas y no tener obstáculos.
4. Destruye nuestro sacerdocio. Recordemos que hemos sido llamados a gobernar con Cristo y ejercer nuestro sacerdocio. Si no estamos familiarizados con lo que pasa en el ámbito espiritual, fácilmente seremos engañados. Este espíritu nos seduce hacia lo que más nos gusta y nos entretiene con eso para que seamos incapaces de juzgar “lo mejor” y darnos cuenta de que estamos siendo pasivos en el reino, en la gran comisión, en alimentar nuestra comunión con Dios. Cómo vamos a estar en capacidad de juzgar todas las cosas si ni siquiera somos espirituales, si no hay crecimiento porque estamos apartados de La Vid, porque aquel que sirve, ¡sirve! es útil para el reino no para las cosas de este mundo. Acab no asumió su papel como rey y como sacerdote de su casa, por tanto, lo perdió.
La sumisión de Acab vino porque se unió con una mujer que desvió su corazón, al punto que su carácter de líder fue anulado. ¿Con quién estamos haciendo alianzas? ¿con qué estamos alimentando nuestro espíritu? A la luz de lo que hemos visto, identifiquemos si hemos permitido que el enemigo use personas, circunstancias, o si nosotros mismos hemos dado pie para introducir en nuestra vida una influencia que está dividiendo nuestro corazón, y que poco a poco está tomando el control para mantenernos en la pasividad y darle libertad al espíritu de Jezabel para actúe en nuestra vida, en nuestra iglesia y entorno.
En el final de esta serie veremos las herramientas para arrancar de raíz esta influencia y cederle el control a Cristo de nuestra vida.
Devocionales Refúgiate en Su Palabra – Casa de Refugio (KMR)
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