Jeremías 30:18-22
Jeremías 30 18-22. Así ha dicho Jehová: He aquí yo hago volver los cautivos de las tiendas de Jacob, y de sus tiendas tendré misericordia, y la ciudad será edificada sobre su colina, y el templo será asentado según su forma. Y saldrá de ellos acción de gracias, y voz de nación que está en regocijo, y los multiplicaré, y no serán disminuidos; los multiplicaré, y no serán menoscabados. Y serán sus hijos como antes, y su congregación delante de mí será confirmada; y castigaré a todos sus opresores. De ella saldrá su príncipe, y de en medio de ella saldrá su señoreador; y le haré llegar cerca, y él se acercará a mí; porque ¿quién es aquel que se atreve a acercarse a mí? dice Jehová. Y me seréis por pueblo, y yo seré vuestro Dios.

El profeta Jeremías tuvo un ministerio lleno de altibajos. El pueblo de Israel se había alejado de Dios, había hecho lo malo ante sus ojos. Dios es justo y ante las advertencias no escuchadas por los israelitas de parte de los profetas, cumple lo dicho y los entrega a sus enemigos en cautiverio por 70 años, pero junto con la profecía había también una promesa de restauración.

El libro de Jeremías se enfoca en las advertencias y el juicio de Dios, pero también en el cuidado y fidelidad para con su pueblo. Dios es fiel, podemos pasar por tiempos difíciles donde nos disciplina y nos corrige, nos somete a consecuencias por nuestros actos, pero jamás nos abandona, Él permanece y se mantendrá al lado de su pueblo hasta el final. El es digno de confianza y nos otorga la seguridad de sentirnos bajo su cobertura estemos donde estemos.

Las profecías de la Biblia nos demuestran que Él está al control de nuestras vidas y de las circunstancias que vivamos. Dios es soberano, El determina el destino de las naciones y ejecuta su voluntad de acuerdo con sus propósitos y en sus tiempos. Pero también nos recuerda que como sus hijos debemos ser conscientes de nuestras acciones y vivir según los principios contemplados en su palabra.

Dios es justo y por eso no pasa por alto el pecado, pero Cristo en la cruz pagó con su propia vida por el pecado de todos y ahora aquellos que le aceptamos experimentamos su misericordia, amor y perdón. Sabemos que no hubo ni hay nada lo suficientemente malo como para que no podamos siempre volver a los brazos del padre si nuestro corazón está realmente arrepentido. Tenemos el consuelo y esperanza de saber que Él tiene el poder de restaurar lo que está dañado en nuestra vida.

Al comienzo del capítulo 30 el Señor le dice a Jeremías, escribe en un libro. Los anuncios en esa época eran casi todos verbales, pero Dios quiso que este quedara por escrito. Eran muchos más los que tenían que saberlo, leerlo y recordarlo.

Esta promesa es para sus hijos, para los que han caído tan bajo que creen que no tienen perdón de Dios, para los que por haberse ido tan lejos creen que no hay camino de regreso.

Las palabras escritas reflejan que nuestro Dios siempre querrá sacarnos de la cautividad, llenarnos de gozo y escuchar como le adoramos en gratitud. Querrá que su pueblo se multiplique y no seamos menoscabados. Querrá restaurarnos y bendecir nuestras generaciones porque como el mismo lo señala quiere tenernos cerca, somos su creación, somos sus hijos, quiere que nos volvamos a Él en arrepentimiento luego de cada caída porque somos su pueblo y Él es nuestro Dios.
 
Devocionales Refúgiate en su Palabra – Casa de Refugio (GV) 2023

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