Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.Porque si alguno es oidor de la palabra, pero no hacedor de ella, este es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace.Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana.
Santiago 1:19-26 RVR 1960
El presente pasaje comienza con un sentencioso “Por esto”, marcando así la importancia de su contexto, por lo que es muy relevante entender que el Apóstol Santiago viene desarrollando en los versículos anteriores la bendición que hay en soportar la tentación; es claro entonces, que el enfoque inicial de esta enseñanza se dirige a la necesidad de guardar nuestro corazón del enojo descontrolado y proteger nuestra lengua de la ligereza, en especial cuando estamos siendo tentados, cuando la presión de la situación nos lleva al límite, puesto que en tal estado del corazón y la lengua, no obrará justicia de Dios alguna y nada santo y puro podrá edificarse desde tal fuente.
Ahora, el Apóstol Santiago dice: “Pero sed hacedores de la palabra y no tan solamente oidores” evidenciando que, al recibir cada enseñanza de las escrituras, el ser ministrado por el poder del Espíritu Santo por medio de Pastores, Profetas, Maestros, Evangelistas y Apóstoles, trae consigo una gran responsabilidad y una oportunidad de conquista, toda vez que nuestro conocimiento será probado, para determinar si en verdad escuchamos con mansedumbre la palabra y si ésta quedó implantada o no en nosotros. Es así como la tentación a nuestro corazón y a nuestra lengua no se hará esperar y en muchas ocasiones podemos decir de hecho que es inmediata, es allí cuando el Señor Jesús nos dice: “Sé pronto para oír mi voz en medio de lo que estás viviendo, sé tardo en hablar y en airarte”.
¿Quién no ha sentido la inmensa frustración de ser un simple oidor de la palabra?, ¿de verse olvidadizo de lo que acaba de recibir de parte de Dios y sucumbir ante el pecado a pocas horas de experimentar un encuentro con lo Santo? Gracias le damos a Dios por entregarnos la estrategia para conquistar nuestra realidad: “Mas el que mira atentamente la perfecta ley, la de la libertad y persevera en ella no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace”; es muy explícito el Espíritu Santo al decirnos que el hacedor de la palabra es aquel que a pesar de haberse deslizado, vuelve en arrepentimiento verdadero, con humildad y mansedumbre a la verdad, a la palabra dada, a la ministración recibida, a libertad desatada, a fin de apropiarse de ella y no soltarla jamás, porque solo perseverando en la realidad del cielo la conquistaremos en la tierra.
Devocionales Refúgiate en Su Palabra. Casa de Refugio. LC
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