“De Ti viene mi alabanza en la congregación; mis votos cumpliré delante de los que le temen.” (Salmos 22:25 NBLA)
Hoy en día es muy común escuchar que popularmente se llama a todos los músicos cristianos “adoradores”, simplemente por el hecho de tocar un instrumento en una banda góspel o cantar lindas canciones para el Señor, pareciera que esos fueran los requisitos para obtener tal titulación.
Afortunadamente, la biblia nos aclara quienes, y qué características tienen aquellos que en verdad “adoran” al Señor, y esto nos es útil para evitar enfrascar sólo a un colectivo de personas entre este selecto grupo, y abrir el espectro donde TODOS podemos ser parte de lo que Dios está buscando: “porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.” (Juan 4:23b)
Lo primero que podemos encontrar hoy para meditar, es que Dios mismo es quien mueve la alabanza y la adoración, “De Ti viene…” Sólo cuando tenemos verdadera intimidad con Dios, allá en lo secreto, es donde podemos fluir porque viene de Él. No es algo que podemos adquirir en un seminario, en un curso o en algún congreso y graduarnos de adoradores, es algo que sólo nos puede enseñar el Espíritu Santo en lo más íntimo de su morada. Danilo Montero dijo una vez respecto de la adoración: “la sumisión de toda nuestra naturaleza a Dios. Es despertar la conciencia con la santidad de Dios, alimentar la mente con su verdad, limpiar la imaginación con su belleza y abrir el corazón a su amor.”
La alabanza es una conexión con El en los términos que El propone y de la manera que sólo Él lo puede hacer posible, por tanto, nuestra voluntad queda completamente rendida ante El. Por eso, ofrecer sacrificio de alabanza cuesta tanto, porque hay momentos en los que no queremos rendir nuestra voluntad, porque hay dolor, porque hay vergüenza por el pecado, porque hay cansancio o porque el tiempo de espera nos tiene la fe adolorida y simplemente no queremos rendirnos.
Pero el salmista nos dice que de lo que recibe da, y lo da ante la congregación, es decir, hace pública su alabanza y qué mejor momento que cuando todos están enfocados en rendirse ante el único Digno. Dios nos ha revelado en su palabra cómo le agrada que lo alabemos sin necesidad de misticismos. Entonces, ¿de qué formas podemos expresar nuestra alabanza?
Testificando de Él. Hablando de él y de sus grandezas podemos expresarle nuestros sentimientos y también bendecimos a otros, la fe se levanta y se fortalece. “Decid a Dios: ¡Cuán asombrosas son tus obras! Por la grandeza de tu poder se someterán a ti tus enemigos.” (Salmos 66:3)
Danzar. Si, la danza es una expresión de gozo y de alabanza. “Alaben su nombre con danza; con pandero y arpa a él canten.” (Salmos 149:3). Siempre que se realiza motivada por el Espíritu Santo, la danza se convierte en una expresión que glorifica el nombre de Dios.
Gritar. Los gritos son un símbolo de alegría y victoria, es un estallido de alegría para que el mundo espiritual se estremezca y la presencia de Dios obre, así como sucedió en la toma de Jericó (Josué 6).
Aplaudir y batir las manos. La alabanza es activa, es un momento de alegría. Necesitamos aprender a llenar nuestra vida y nuestra casa con música que verdaderamente alabe al Señor, no sólo que ministre nuestras necesidades. “Canta alegres a Jehová, toda la tierra; levantad la voz, y aplaudid, y cantad salmos.” (Salmos 98:4)
Tiempo de Hablar con Dios: Bendito Rey, te agradecemos por enseñarnos que sólo Tu eres la esencia y sólo en tu presencia podemos aprender cómo alabarte y adorarte en verdad, danos un corazón enseñable y sediento de Tu presencia para rendirnos ante tus deseos y ser transformados para ofrecerte verdadera alabanza que impregne de un delicioso aroma tu trono. Enséñanos y llevamos al Padre precioso Espíritu Santo.
2021 Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio (KMR)
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