“Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” Santiago 4:2-3 RVR1960
Siempre me ha interesado indagar respecto a la brecha que separa todo aquello que se considera opuesto; como el color blanco y el negro, el frio y el calor, lo grande y lo pequeño y por supuesto y más importante: lo Espiritual y lo mundano. Respecto a los colores, encontramos que existe una escala intermedia, con amplia variedad de hermosos matices. Sin embargo, respecto a lo espiritual y lo mundano, no existe armonía alguna, pues las escrituras nos dicen en Santiago 4:4 “!Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”
Es innegable que el pueblo de Dios es llamado a ser libre de toda la oscuridad que habita en el mundo, pero el pedido es aún más glorioso, porque no solo se trata de apartarnos del mundo, sino de fluir en el Espíritu, por lo que nos debe llenar de regocijo el discernir que en el amor de Cristo podemos no solo tener la victoria sobre los deseos de la carne sino que estos son remplazados por la manifestación del Espíritu Santo en nosotros, de tal manera que cada aspecto oscuro y tenebroso viene a ser derrotado por su opuesto en Dios. Es así, como la codicia, viene a ser abolida por la generosidad e integridad; o la envidia, por el gozo y la bondad hacía el que ha sido bendecido; así como la ira y las luchas por paciencia y benignidad.
Esta verdad nos hace concluir que entramos enemistad con Dios y amistad con el mundo, cuando le creemos sus argumentos mezquinos, por encima de la verdad de la palabra de Dios; comprando su mentira respecto a la escases y los falsos deleites; por esa razón entra la codicia, la envidia, la lucha y la muerte, sin discernir que en el Reino de los Cielos la provisión es infinita, que hay vida en abundancia para todo aquel que cree y que la provisión verdadera va mucho más allá de los bienes terrenales. Es imposible vivir la victoria de la vida Cristiana cuando lo primordial en nuestra vida son los deseos terrenales, eso nos llevara a ser erráticos en nuestra búsqueda de Dios y nos lleva a una vida en derrota, tal como lo afirma Santiago: “ Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” Santiago 4:3b RVR1960
Por fortuna, nuestro compañero, consejero, consolador y maestro; el Espíritu Santo, nos introduce en la libertad de las obras de la carne, por medio de su fluir en nosotros. Gálatas 5:22-23: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. Iglesia, este es nuestro norte, alcanzar la expresión máxima en cada una de las manifestaciones del fruto del Espíritu Santo, siguiendo el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo, quien pago con su sangre el precio en la cruz, para trasladarnos de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, del odio al amor, del mundo a su Reino, sin matices o ambigüedad alguna.
Tiempo de hablar con Dios: Amado Padre, hoy te pedimos que nos ayudes a detectar los hábitos del mundo que nos separan de ti y aprender a andar en tu Espíritu, fluyendo con verdadera libertad en tu amor, gozo, paz paciencia; benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza; herencia que fue pagada en la cruz del calvario para todo aquel que cree en ti. Amen.
2021 Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio (FJCG)
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