Filipenses 1:6 RVR1960: “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.”
Esta es una de las primeras promesas que muchos recibimos cuando llegamos a los pies de Cristo. En mi primer encuentro con el Señor, debo reconocer que no me enamoré de él, en aquel entonces me aparté y seguí otros caminos, sin embargo, él ya me había hecho un llamado: “Desde antes de crear el mundo Dios nos eligió, por medio de Cristo, para que fuéramos solo de él y viviéramos sin pecado. Dios nos amó tanto que decidió enviar a Jesucristo para adoptarnos como hijos suyos, pues así había pensado hacerlo desde un principio. Dios hizo todo eso para que lo alabemos por su grande y maravilloso amor. Gracias a su amor, nos dio la salvación por medio de su amado Hijo.» Efesios 1:4-6 TLA.
Fue por Su misericordia que me introdujo, después de un tiempo, en un desierto, para seducirme con su amor y hablarme al corazón. Sentí temor de volver atrás, si ya lo había hecho una vez, ¿qué impedía que mi historia se repitiera? Pero Dios me dio una palabra de esperanza: puedes estar convencida de esto, el que ha comenzado en ti la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.
Su amor perfecto hecha fuera todo temor, la gracia de Dios es realmente clemente. Como pecadores, necesitamos refugiarnos en la gracia de Dios. Sin embargo, al considerar si podemos abusar de Su gracia, Pablo nos dice: “¡De ninguna manera!”, varias traducciones dicen “Dios no lo quiera”, “absolutamente no”, “por supuesto que no”, “no” y “eso es impensable”.
Pablo entonces resume lo que significa ser cristiano al mostrar cuál debe ser la motivación principal del corazón para obedecer a Dios, no debe ser el miedo a las consecuencias por errar en el blanco, no debe ser el terror por un castigo, sino el amor por lo que Él ha hecho para bendecirnos, el amor por Cristo y por la Cruz.
Como discípulos de Cristo estamos ligados sobrenaturalmente con la vida, la muerte y la resurrección victoriosa de Jesucristo. A través de nuestra unión con Jesús en el espíritu, podemos alejarnos de nuestra vida anterior y caminar con Él en una “nueva vida”.
Así como nacimos ligados a una naturaleza pecaminosa por Adán, al nacer de nuevo, por la fe, nuestra nueva vida está injertada en la victoria de Jesús. Como nuevas personas nacidas de nuevo en Cristo, somos liberados del pecado para la gloria y la alabanza de Dios. Esto se debe a que el amor de Dios nos perdona, cambia nuestra naturaleza, nuestros deseos y nos da el poder del Espíritu para cambiar nuestra forma de vivir, porque al conocer la verdad del evangelio, Dios inicia su obra de quebrantamiento, restauración y renovación para hacernos nuevos en El. Por último, dado que amamos más a Jesús que, a cualquier otra cosa, y Él aborrece el pecado, ya no podemos amar el pecado que la persona que más amamos aborrece.
2021 Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio (LPGF)
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