La Oración Eficaz
Mateo 26:42 RVR1960: “Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.” 

Aunque me detuve en la meditación de un versículo para este día, cuando leo Mateo 26:36-46, no puedo evitar sentir un nudo en mi garganta, Jesús en el jardín de Getsemaní, orando en medio de una noche oscura y silenciosa. Una imagen que resuena profundamente en mi corazón porque me deja ver ese Jesús 100% Hombre, con miedo y angustia, rendido ante el Padre orando en un momento crucial. 

La biblia me enseña que puedo identificarme con Cristo y este momento no es una excepción. Recordé esos días en los que me encontraba en mi propio «Getsemaní», un lugar de lucha interna, de renuncia a mi voluntad, en donde las lágrimas eran mi único consuelo junto a mi oración al Padre.

En ese momento, al igual que Jesús, caí de rodillas y oré. No tenía las palabras perfectas, ni una oración elocuente, solo tenía un corazón quebrantado y un deseo profundo de sentir la presencia de Dios. «Padre, si es posible, aparta de mí esta carga, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya«. Recordar y repetir esas palabras una y otra vez, rindiendo mi situación a Dios, aunque con la lucha interna de pensar qué hacer y querer controlarlo todo. 

Jesús oró con un corazón sincero, entregando su voluntad a la del Padre, no evitó la angustia ni el dolor, sino que
enfrentó su sufrimiento a través de la oración; fue en la oración, en la intimidad con el Padre, donde encontró la fuerza para seguir adelante y cumplir el propósito de Dios.

En mi propia experiencia, la oración nace de una necesidad, pero la ORACIÓN EFICAZ nace de un corazón necesitado de la fuerza de Dios, y fue a través de esa oración honesta con un corazón sediento que comencé a sentir paz, no porque la situación se resolviera instantáneamente, sino porque mi corazón se alineó con la voluntad de Dios. Entendí que la oración efectiva no siempre cambia nuestras circunstancias, pero definitivamente cambia nuestro corazón y nuestra forma de afrontar esa situación.

Jesús nos muestra que la oración es más que pedir algo; es una conversación íntima con nuestro Padre celestial, es abrir nuestro corazón, mostrar nuestras debilidades y confiar en que, pase lo que pase, Dios está con nosotros. Jesús en el jardín de Getsemaní nos enseña que podemos ser honestos en nuestras oraciones, que podemos pedirle a Dios que cambie nuestra situación, pero también que debemos estar dispuestos a aceptar su voluntad, sabiendo que Él siempre busca nuestro bien, eso es tener vida espiritual.

Hoy, cuando me enfrento a situaciones difíciles, recuerdo este momento maravilloso de Jesús. Me acerco a Dios en oración, así sienta miedo, desesperación o tal vez rabia, pero con un corazón honesto y con la confianza y fe en que Él está conmigo, escuchando cada palabra y cuidando de mí. Oro para que, al igual que Jesús, pueda siempre decir: «Que no se haga mi voluntad, sino la tuya».

Devocionales Refúgiate en su Palabra, Casa de Refugio ( PG)

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