Y los sirvientes del templo que habitaban en Ofel restauraron hasta enfrente de la puerta de las Aguas al oriente, y la torre que sobresalía. Nehemías 3:23 (RVR1960)
Los designados a reparar la Puerta de las Aguas fueron los sirvientes del Templo que habitaban en un lugar llamado Ofel, ayudantes de los levitas que se hallaban en la ladera sur del Templo:. Ellos eran los encargados de cargar agua y leña para ser usada en el Templo (Josué 9:24-27).
Esta Puerta permanecía cerrada casi todo el año, sólo se abría durante las celebraciones de las últimas fiestas bíblicas del mes séptimo para llevar a cabo la “Ceremonia del Agua” Allí, los sacerdotes sacaban agua del manantial de Siloé, pasaban frente a la Puerta de la Fuente y luego la ingresaban al Templo por la Puerta de las Aguas, portal donde se hallaba un estanque de inmersión en su parte superior, conocido con el nombre de Mikvá, que era usado por el sumo sacerdote previo al ingreso al lugar Santísimo; sumergiéndose cinco veces allí en señal de purificación previo al ingreso al lugar más sagrado (Santísimo), recinto donde el Sacerdote delante finalmente de la presencia de Dios (el arca del pacto) pedía perdón una vez al año por los todos los pecados de la nación de Israel, llamándose tal día “El día de expiación”.
Como Iglesia tenemos que entender que el Mikvá o lugar de inmersión en agua representa la muerte y el inicio de una nueva vida espiritual, lo que bíblicamente se denomina “El nuevo nacimiento”.
Lo anterior, fue claramente expuesto por nuestro Señor Jesús a Nicodemo en Juan 3:3-8, diciendo: “Respondió Jesús y le dijo: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo*: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te asombres de que te haya dicho: «Os es necesario nacer de nuevo.» El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu”
Y es que sumergirse en el agua representa una transformación espiritual, el Bautismo en agua es un mandato incontrovertible en las escrituras: “El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea será condenado” Marcos 16:16.
El bautismo es una señal externa que representa una verdad espiritual: el creyente ha sido lavado y vivificado por la palabra de Dios tipificada en el agua, y se identifica con la muerte y resurrección de Cristo, de tal manera que se despide al viejo hombre para salir de allí como una nueva criatura comprometida a actuar como Dios manda, permitiéndole al agua arrastrar con el pasado y las viejas pasiones carnales.
Señor, permítenos diariamente y a toda hora recordar nuestro compromiso adquirido en nuestra renovación Cristiana, haznos recordar a cada segundo de nuestras vidas ese pacto pasado por agua y sangre que nos exhorta, que nos motiva a continuar con tu legado de amor y santidad, ayúdanos a entender como iglesia la profundidad del bautismo en agua y que en obediencia cada uno de nosotros pueda no solamente llevar a cabo este acto externo sino vivir en el espíritu su verdadero significado por el resto de nuestras vidas. Amén.
Gracias Padre.
FJCG -Casa de Refugio
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