3 Los hijos de Senaa edificaron la puerta del Pescado; ellos la enmaderaron, y levantaron sus puertas, con sus cerraduras y sus cerrojos.
Nehemias 3:3
Siguiendo con el disfrute que ha significado cada jueves aprender algo respecto a las puertas de Jerusalén, hoy hablaremos de la Puerta del Pescado, la cual recibió su nombre porque era el Umbral por donde los pescadores de Galilea entraban a la ciudad con el fruto de su pesca. No es difícil descifrar el significado espiritual de la misma, cuando citamos Mateo 4:18-20: “Y andando junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, echando una red al mar, porque eran pescadores. Y les dijo: Seguidme, y yo os haré pescadores de hombres. Entonces ellos, dejando al instante las redes, le siguieron”; esas fueron sus palabras cuando los llamó a su servicio a Pedro y a Andrés, es decir que el mismo Señor Jesús usó la figura del pescador como analogía de alguien que atrae a los hombres hacía Dios.
Y aunque descifrar el significado de esta puerta no sea difícil, si lo es poder escoger entre tanto trasfondo histórico y espiritual, que resaltar de ella; en esta oportunidad resaltaremos el carácter del Siervo que pesca, esto quiere decir, que utilizando la misma analogía, aprenderemos dos características propias de un pescador efectivo, que deben ser valoradas por cada creyente, que ha sido llamado por Dios a ser pescador de hombres.
Un buen Pescador sabe discernir las condiciones meteorológicas de cada día, es consciente de que tal influencia es decisiva en los resultados de la pesca: el viento, la temperatura del agua, las mareas, el oleaje, la claridad del agua etc. Cada uno de nosotros, como hijo de Dios, tiene el llamado a ser pescador de hombres, es decir, a atraer a quienes están en nuestro entorno al conocimiento de Cristo y es preciso que nos interesemos por discernir el mover de Dios, los tiempos de Dios, no solo en nuestras vidas sino en las vidas de quienes estamos llamados a pescar.
El conocimiento del sentido del viento por parte del Pescador, nos habla del discernir el mover del Espíritu, pues es preciso entender que la obra evangelista no es con fuerza, sino que es principalmente fruto de la obra del Espíritu Santo; Juan 16:7-8 “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; más si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”. Es así, como el verdadero arrepentimiento y aceptación del Señor Jesucristo como Único Señor y Salvador solamente es posible a través del toque del Consolador, y un buen pescador de hombres ve el fluir de la tercera persona de la Deidad en la vida de Aquel que es evangelizado y se adhiere a él, a fin de que sea el poder del Espíritu el que guie a los pies Cristo al inconverso, en medio de las mareas y el oleaje que esté levantándose en su vida.
Un buen Pescador es paciente, hay un refrán que dice: “La paciencia y la dedicación hacen al buen pescador” saber esperar es clave en la pesca, no hay nada más efectivo para espantar a los pescados que el desespero, el exceso de ruido, los movimientos inútiles y las reacciones bruscas del pescador. Así mismo Iglesia, cuando por causa de la larga espera en ver la conversión de quienes amamos y por quienes hemos orado largos años, comenzamos a presionar, a hablar más de lo necesario, por no decir cantaletear e incluso a utilizar estrategias agresivas para “alcanzarlos para Cristo” el efecto es alejarlos no solo de nosotros, sino lo más grave de Dios.
Por todo lo anterior amados, la clave es paciencia y dedicación, entregarnos al servicio de quienes amamos sin límites, con una verdadera vocación que muestre el rostro del más grande siervo de todos los tiempos, solo así, mediante el fluir del Espíritu en nosotros, ellos serán alcanzados y podremos ver cumplido ese profundo anhelo del corazón de verlos entrar por la puerta del pescado al reino de Dios, para alabanza de Dios.
LCR – Casa de Refugio Filadelfia.
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