Salmo 9:1-11RVR1960
1 Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón; Contaré todas tus maravillas.
2 Me alegraré y me regocijaré en ti; Cantaré a tu nombre, oh Altísimo.
3 Mis enemigos volvieron atrás; Cayeron y perecieron delante de ti.
4 Porque has mantenido mi derecho y mi causa; Te has sentado en el trono juzgando con justicia.
5 Reprendiste a las naciones, destruiste al malo, Borraste el nombre de ellos eternamente y para siempre.
6 Los enemigos han perecido; han quedado desolados para siempre; Y las ciudades que derribaste, Su memoria pereció con ellas.
7 Pero Jehová permanecerá para siempre; Ha dispuesto su trono para juicio.
8 Él juzgará al mundo con justicia, Y a los pueblos con rectitud.
9 Jehová será refugio del pobre, Refugio para el tiempo de angustia.
10 En ti confiarán los que conocen tu nombre, Por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron.
11 Cantad a Jehová, que habita en Sion; Publicad entre los pueblos sus obras.
Este precioso salmo, es una verdadera alabanza a Dios.
En repetidas oportunidades hemos escuchado acerca de la diferencia entre alabanza y adoración, siendo la alabanza aquella en la que exaltamos a Dios por lo que ha hecho en nuestra vida. Este salmo es un maravilloso ejemplo de ello. Aquí podemos percibir a un Rey David que reconoce una vez más que solo Jehová, nuestro Dios, es digno de alabanza. Solo al leer el primer versículo de este pasaje, el Señor inquietó mi corazón e hizo evaluarme a que otras personas, situaciones o cosas he estado dando alabanza, de hecho, yendo más profundo, me preguntaba si esas cosas a las que le estoy dando alabanza las estoy entronando en mi corazón.
Vivimos en un mundo tan acelerado en el que a menudo vamos restando importancia y tiempo a la alabanza y adoración diaria, esto sin ánimo de juzgar, porque a mi también me pasa muy a menudo, mientras estoy haciendo una actividad, estoy pensando en la actividad que debo realizar enseguida y así en medio de afanes y preocupaciones he pasado días sin alabar a Dios ni agradecer genuinamente por sus maravillas a diario. Esto sin duda, ha llegado a enfriar nuestro corazón ante muchas situaciones que merecen nuestra atención y sentidos espirituales alertas.
Este versículo uno también dice, “con todo mi corazón”, si hacemos un análisis detallado de esta expresión, podríamos deducir que en ocasiones alabamos a medias. Cuando estamos en sintonía con el Rey alabamos no solo con todo nuestro corazón si no también con nuestra mente y nuestro cuerpo, porque somos seres tripartitos, así como nuestro Dios es trino. No hay manera de cantar sus maravillas si todo nuestro ser no esta involucrado en la alabanza. Con esto no quiero decir que todos debemos actuar igual frente a la alabanza y la adoración, lo que recibí del Señor es que una alabanza genuina, verdadera y profunda debe involucrar todos nuestros sentidos.
Mas allá de cantar las letras hermosas que nos llevan a exaltar el nombre de Jesús, debemos entender lo que se canta y aplicarlo de manera práctica en nuestra vida.
Por ejemplo, si cantamos ¡La Victoria mía es! y esto es una realidad en nuestra vida, hay en nuestro corazón agradecimiento extremo por lo que Dios ha hecho. Si estamos llenos de su presencia, nuestro cuerpo no podrá permanecer inmóvil. Será nuestro espíritu el que haga vibrar cada parte de nuestro ser con cada nota musical.
Más adelante el salmista describe todas las cosas que Dios hizo, pero lo primero siempre será lo primero “Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón; Contaré todas tus maravillas”.
Devocionales Refúgiate en su Palabra, Casa de Refugio (DS)
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