Marcos 2:13-17 RVR1960: “Después volvió a salir al mar; y toda la gente venía a él, y les enseñaba. Y al pasar, vio a Leví hijo de Alfeo, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y levantándose, le siguió. Aconteció que estando Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos; porque había muchos que le habían seguido. Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pecadores, dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores? Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.”
Jesús estaba predicando, enseñando la palabra de Dios, seguramente hablando de las buenas nuevas de salvación, de cómo ser salvos del pecado y llevar una vida conforme a la voluntad de Dios, de cómo podemos ser restaurados, de amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a nosotros mismos, de cómo orar, cómo perdonar, y así podríamos enumerar una gran cantidad de sus enseñanzas que hoy en día podemos ver en las escrituras. Sin embargo, su predicación no sólo era teórica, porque de qué sirve enseñar si no se pone por obra, la verdadera fe se perfecciona en las obras.
En este pasaje Jesús ve a Leví, más conocido como Mateo, quien era un recaudador de impuestos, uno de los oficios más odiados y despreciados por la gente en aquella época, porque el pueblo judío estaba bajo el gobierno del Imperio Romano, y para ellos era despreciable que un judío se encargara de recaudar el dinero que iba a las arcas del César, además estos recaudadores de impuestos tenían fama de enriquecerse de manera ilícita aprovechando su posición.
A Jesús no le importó lo que la gente pensara, ni si el hecho de llamar a una persona despreciada por el pueblo lo fuera a poner en mala situación ante todos, incluyendo las autoridades religiosas de la época. A propósito de eso, muchos de los religiosos eran autoridad más por ser delegados que por ser un verdadero ejemplo de la vida que Dios demandaba, tenían un conocimiento de las escrituras, las cuales son para enseñar, redargüir, corregir e instruir en justicia, y no para poner carga sobre carga, como hacían los escribas y fariseos. Por otra parte, el ejemplo de rectitud de Jesús le daba autoridad delante de la gente, y más allá de pensar en el qué dirán, Jesús se preocupaba por las personas, para que fuesen salvas, para que todo aquel que creyera en Él, no se perdiera y tuviera vida eterna, a eso le apuntaba, a hacerle caer en cuenta a la gente que todos necesitaban un salvador, y que ese salvador era Él mismo. En este escenario obviamente los que se sentaron con a comer con Jesús, los recaudadores de impuestos y en general gente pecadora, común y corriente como tú o como yo, necesitaban ser salvos.
Jesús sembró la semilla en buena tierra, porque Mateo fue uno de los doce, quien inspirado por El Espíritu Santo escribió el evangelio que lleva su nombre. Hoy en día vemos personas en condiciones moralmente precarias a nuestros ojos, pero a los ojos del Maestro son evangelistas, profetas, pastores, maestros de la palabra, misioneros, llenos de dones y talentos para ser usados por Él. No nos dejemos llevar por prejuicios o por el juicio de posturas religiosas que van en contra de la voluntad de Dios, ni por lo que dice el mundo, tengamos fe y seamos como Jesús, que no vio la condición evidente de Mateo, sino lo que podía ser bajo el poder de sanidad, liberación y restauración de Dios.
Cualquiera puede señalar y criticar, pero nosotros estamos llamados a ser restauradores de portillos, ya sea de manera directa como lo hizo Jesús acercándose o también intercediendo en oración cuando no tengamos la oportunidad de estar cerca de ellos.
Devocionales Refúgiate en su palabra, Casa de Refugio (JENM)
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