2da Corintios 3:17-18 TLA: “Porque el Señor y el Espíritu son uno mismo, y donde está el Espíritu del Señor hay libertad. Y nosotros no tenemos ningún velo que nos cubra la cara. Somos como un espejo que refleja la grandeza del Señor, quien cambia nuestra vida. Gracias a la acción de su Espíritu en nosotros, cada vez nos parecemos más a él.”
Hace poco hablé con alguien que me dijo: “Quisiera estar más cerca de Dios, pero me siento demasiado pecador, nunca me he sentido una mala persona, pero hoy siento que mi estilo de vida, mi pareja y mis amistades me tienen inmerso en una vida que no quiero ni puedo dejar y eso me aleja de Dios. Me duele reconocer que el pecado que vivo es lo único que me hace feliz.”
Sus palabras me llevaron a analizar la forma en la que concebía «la felicidad». “Es lo único que me hace feliz repetía”, pero lo paradójico es que al verlo no reflejaba estar feliz realmente, por el contrario, se veía estresado, confundido, enojado y decepcionado al reconocerlo. Su felicidad estaba actuando momentáneamente, como una droga que da momentos de calma y éxtasis para después llenarlos de vergüenza y depresión.
Esa es la felicidad que otorgan las cosas, las personas y las situaciones, una felicidad fugaz, limitada, etérea y dependiente, finalmente otra clase de esclavitud. “Jesús les dijo a los judíos que habían creído en él: —Si ustedes obedecen mis enseñanzas, serán verdaderamente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.” (Juan 8:31-32 TLA)
Conocer la verdad del evangelio nos sirve para conocer el carácter de Jesús, pero también para entender las artimañas del diablo que nos quiere envolver en mentiras implantadas en el mundo para que la verdad de Jesús nos parezca inalcanzable y nosotros poco dignos y pecadores, y al final lograr su propósito que es que terminemos alejándonos de Él cada día más. Santiago 1:25 TLA nos dice: “Por el contrario, si ustedes ponen toda su atención en la palabra de Dios, y la obedecen siempre, serán felices en todo lo que hagan. Porque la palabra de Dios es perfecta y los libera del pecado.”
Cuando nuestra felicidad se basa en lo terrenal, nos lleva a desequilibrios emocionales y a una inestabilidad que al final produce más tristeza porque nada de eso es eterno, perfecto, incondicional o ilimitado. Solo Jesús y su amor. Entender esto nos puede llevar a comprobar que hay sólo Una Verdad, y es la palabra de Dios la que nos lleva a ella.
“Algunos de ustedes dicen: «Soy libre de hacer lo que yo quiera.» ¡Claro que sí! Pero no todo lo que uno quiere, conviene; por eso no permito que nada me domine.” Dice Pablo en 1ra de Corintios 6:12 TLA.
Cualquier tipo de felicidad que no provenga de la gracia y el amor del Señor, es en realidad una mayor esclavitud, porque seremos esclavos de esa persona, situación o cosa para ser felices siempre y con ello, buscar encajar, perdonar, cambiar y hasta enloquecer para no perder eso que consideramos valioso y en realidad resulta repentino y esporádico.
La única dependencia que nos garantiza ser eterna, ilimitada y perfecta es la presencia de nuestro Dios, aceptar y recibir esta verdad nos ayudará a dejar todo tipo de esclavitud y engaño. Desconocer la Verdad de Cristo nos lleva a edificar la vida en lo terrenal y nos hace parecer infelices o frustrados si no lo alcanzamos, obsesionados con lograr algo que al final jamás nos hará plenos porque el gozo inefable y la plenitud solo la obtendremos en Jesús, entender que no necesitamos de eso indudablemente nos hará libres.
“Puedo andar con toda libertad porque sigo tus enseñanzas, y siempre las cumpliré.” (Salmos 119:44-45 TLA)
Devocionales Refúgiate en Su Palabra – Casa de Refugio (GVO)
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