“Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba. Y le buscó Simón, y los que con él estaban; y hallándole, le dijeron: Todos te buscan. Él les dijo: Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido. Y predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios” Marcos 1:35-39 RVR1960
Cuanto más maduramos en nuestra vida íntima de oración, más somos conscientes de la relevancia del ambiente en que nos comunicamos con Dios, comprendemos la importancia de hallar un lugar tranquilo y acogedor, donde el sonido, la luz y tantos otros aspectos que nos sean agradables hagan parte del encuentro y nos proporcionen un llamado a la conexión profunda con el Señor.
Imposible no recordar con la anterior descripción aquella noche de mayo cuando tuve mi primera cita con la que hoy es mi bella esposa; el lugar que escogí fue un café de renombre muy cerca de su oficina; fue un momento especial al ubicarnos en un lugar apartado del establecimiento, coincidir en escoger el mismo producto en presentación e intensidad y percibir tal conexión, que rápidamente nos fuimos adentramos en temas de mutuo interés; recuerdo que reímos mucho y disfrute tanto de aquel momento, que le propuse allí mismo continuarlo pronto de ser posible, ella no dudo en acceder a nuevos encuentros al punto que al cabo de un poco más de un año ya estábamos felizmente casados. No pretendo afirmar que el lugar escogido haya develado lo profundo del corazón de mi esposa, pero si les puedo asegurar que fue un acierto para que fluyera la comunicación de aquella noche.
Nuestro Señor Jesucristo en su indudable sabiduría, no solo nos da ejemplo del cómo sino de dónde es el mejor lugar para un encuentro con Él, tal como lo mencionan las escrituras, buscaba con regularidad ambientes solitarios en donde la quietud motiva a la plena intimidad con el Padre y dador de vida, tal como lo describe Marcos 1-35: “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba” lo anterior, Porque orar es buscar con insistencia la comunicación asertiva con nuestro Padre Celestial, quien habita en los cielos y al mismo tiempo en nuestro corazón; es allí donde comprendemos que no se trata solamente hablar en una vía sino de conversar con el Rey del universo, escucharlo y fluir con Él en un dialogo coherente, trascendente y definitivo, siendo nuestra responsabilidad tener la iniciativa de preparar la cita, adecuando el ambiente, echando mano de todo aquello que aporte al deleite y a la libertad de nuestro invitado especial, el Espíritu Santo, quien es experto en hacer de todo encuentro una ocasión realmente inolvidable, pues su sola presencia es la plenitud.
No es difícil concluir que cuando no llevamos una vida de oración regular, es porque no conocemos el deleite que hay en nuestra cita diaria con el Padre, pues el deseo de repetir el encuentro habla del éxito de la cita, es evidente en Marcos 1:36 “Y le buscó Simón, y los que con él estaban; y hallándole, le dijeron: Todos te buscan” que el Señor Jesús tenía un preferido, alguien con quien quería compartir antes que cualquier otro, su Padre Celestial, Él era su prioridad porque sencillamente era con quien encontraba mayor deleite, entonces, he aquí la clave de una victoriosa vida de oración: disfrutar como nada el estar cara a cara en la presencia del Señor.
Padre, quiero darte gracias Señor por ayudarme a comprender el valor de la oración verdadera, la oración asertiva, aquella donde tú hablas y yo me instruyo y gozo en una comunicación en doble vía; permíteme Dios encontrar espacios íntimos donde su ambiente contribuya a entablar una verdadera comunicación contigo, en horarios y lugares tranquilos que me permitan recibir la confirmación de tu propósito en mi vida: Permíteme Señor vivir situaciones que permitan enamorarme más de ti para contraer contigo verdaderas nupcias.” Amén, amén y amén.
2021 Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio (FJCG)
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