Entendiendo que la sabiduría es la capacidad que tenemos de usar bien el conocimiento adquirido, y que la fuente de la sabiduría es Dios, podemos llegar a la conclusión que a más estudio e interiorización de la Palabra deberíamos estar en la capacidad de ser más sabios; sin embargo, en nuestra realidad nos damos cuenta de que esta simple regla en el día a día no es tan aplicable y es más compleja de lo que parece.
En este mes dedicado a enseñar, el Señor nos da un claro llamado a revisar la forma como estamos adquiriendo nuestro conocimiento y más que eso, la manera en que lo estamos interiorizando. Podemos leer la biblia todos los días, comprender la lectura, pero en el verdadero reto de actuar como Jesús quiere que lo hagamos, ¿lo estamos haciendo?, ¿estamos aplicando esa fuente de sabiduría divina o permeamos nuestros conceptos con la mal llamada sabiduría popular?
Uno de los termómetros para que evaluemos este principio es sin lugar a duda es nuestra boca, la forma como hablamos, lo que decimos en nuestra cotidianidad refleja qué tanto estamos viviendo la sabiduría que encontramos en las enseñanzas de nuestro Dios. Si recitamos la Biblia, pero vivimos una realidad plasmada de incredulidad, negativismo, indiferencia y falta de reposo en Él, realmente no estamos aplicando, ni creyendo, ni interiorizando el conocimiento que el Padre nos revela a diario.
Es momento de ceñirnos a su Palabra como hacedores, la Palabra de Dios es viva y en cada momento es fuente de sabiduría para enfrentar las situaciones de la vida, es descanso, es refrigerio, es luz y es respuesta para la situación por la que estás pasando hoy, sin importar cual sea.
Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (GJ)
#MimetaesEnseñar
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