Romanos 8:1-2 NTV: “Por lo tanto, ya no hay condenación para los que pertenecen a Cristo Jesús; y porque ustedes pertenecen a él, el poder del Espíritu que da vida los ha libertado del poder del pecado, que lleva a la muerte”.
Pertenecer a Cristo Jesús es el privilegio más grande que podemos tener de hecho, aceptar a Jesús como Señor y Salvador es la decisión más importante de nuestra vida porque nos da la vida eterna, marca nuestra reconciliación con El Padre, y la bienvenida al Espíritu Santo, quien nos convence de pecado, de justicia y juicio, y no para hacernos sentir culpables, sino por el contrario, para evitarnos nuevas culpas.
La salvación de una muerte eterna y vivir la eternidad al lado del Padre es, sin lugar a dudas, el mejor galardón de pertenecer a Cristo, pero la vida terrenal continua, una vez que aceptamos a Jesús, a diario enfrentamos desafíos que no vamos a vencer en nuestras fuerzas y El Señor nos da las estrategias para cruzar esos Jordanes que están allí en medio de las promesas que Él nos ha entregado.
Pertenecer a Cristo nos da la templanza para decirle no al pecado, para darle la espalda a las viejas conductas, decirle a nuestra mente que no se conforme con lo que ofrece este mundo, porque ya nuestra mirada no está en aquellas cosas que nos llevan a la destrucción, sino que nos fijamos en aquellas que nos edifican y nos vivifican.
Ya no tenemos que vivir esclavizados por cosas, conductas, patrones, que aparentemente pueden darnos una satisfacción muy efímera, pero con consecuencias desagradables. En Cristo somos libres del temor, ahora somos beneficiarios de su salvación, de su gozo, paz, amor, gracia, poder, de su prudencia y sabiduría que nos llevan a tener dominio propio y estrategias para vencer, y la lista sigue.
Abracemos y vivamos la vida y la verdad de ser hijos de Dios a través de la fe en Cristo y del poder del Espíritu Santo en nosotros. Si dejamos que nuestras vidas se conviertan en esa habitación especial para que El Espíritu Santo habite, se deleite, permanezca, y le damos libertad de actuar en nosotros y través de nosotros, entonces podremos vivir esa vida en El Espíritu, con el propósito que tanto anhela nuestro Padre, ese “Abba” que nos ama mucho y que definitivamente sabe qué es lo mejor para nosotros, porque sus planes no son de calamidad sino de bienestar porque tiene un futuro y propósito.
Sigamos cada día creciendo y en una firme búsqueda de la presencia de Dios, en un constante avivamiento, así veremos lo poderoso, liberador y satisfactorio que será vivir en El Espíritu.
Leave a Reply