Cientificamente el cuerpo humano está compuesto de agua, micronutrientes y elementos que se encuentran en la tierra (calcio, fósforo, magnesio, yodo, zinc). En Génesis 2:7 RVR1960 se nos revela esta verdad: «Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente«. Esta es una de las razones por la que los seres humanos necesitamos reposo y agua, hasta la tierra más fértil se vuelve árida y estéril si carece de estos elementos.
«Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, la tierra guardará reposo para Jehová. Seis años sembrarás tu tierra, y seis años podarás tu viña y recogerás sus frutos. Pero el séptimo año la tierra tendrá descanso, reposo para Jehová; no sembrarás tu tierra, ni podarás tu viña«. (Levítico 25:2-4 RVR1960)
Así como la tierra necesita reposo y lluvia, el corazón del creyente necesita entrar en el reposo del Señor para que su corazón sea regado por Su Espíritu Santo a través de la palabra. Es un tiempo en el que la tierra de nuestro corazón descansa en Aquel en quien pone toda su confianza, Jesucristo. Es el tiempo en el que se fortalece la relación de intimidad, para ser transformados y más fructíferos, disfrutando de su paz y su provisión de todos los nutrientes que el alma y el espíritu necesitan para una nueva temporada.
Salmos 84:5-7 RVR1960 nos dice: «Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, en cuyo corazón están tus caminos. Atravesando el valle de lágrimas lo cambian en fuente, cuando la lluvia llena los estanques. Irán de poder en poder; verán a Dios en Sion«.
En el antiguo Israel la lluvia torrencial depositaba agua en las cisternas naturales y las convertía en manantiales, los cuales, al desbordarse, el agua brotaba viva, por eso Jesus en el evangelio de Juan capítulo 7, Jesús le dice al pueblo que, si alguno tenía sed, fuera a él y bebibera, porque ríos de agua viva brotarían del corazón de los que creyeran en Él, al decir esto, Jesús estaba hablando del Espíritu de Dios que recibirían los que creyeran en él. «En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.» (Juan 7: 37-38 RVR1960)
Cuando la lluvia escasea, la tierra se seca y se endurece, nada se puede sembrar en ella, se vuelve impenetrable como una roca. De la misma manera, cuando el creyente permite que su corazón sea permeado por los afanes de este mundo, el engaño de las riquezas, las codicias de otras cosas, y no entra en el reposo de la Palabra de Dios y la lluvia del Espíritu Santo, como la tierra que es, se endurece volviéndose árido y estéril.
Por ello era que, en el antiguo Israel, cuando los hombres estaban entregados al pecado, Dios cerraba los cielos y traía la sequía. Deuteronomio 11:17 RVR1960: «Y se encienda el furor de Jehová sobre vosotros, y cierre los cielos, y no haya lluvia, ni la tierra dé su fruto, y perezcáis pronto de la buena tierra que os da Jehová.». De esta misma manera, cuando dejamos de obedecer la instrucción de Dios, perdemos la comunión con el Espíritu Santo, por esto Pablo advierte en 1 Tesalonicenses 5:19-22: “No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal”.
Recuerda que, en cualquier temporada, la tierra de nuestro corazón necesita la total dependencia de Jesús para ser regada por la lluvia del Espíritu Santo, de tal forma que pueda ser regenerada y dar fruto en abundancia.
Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (LG)
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