Una de mis películas favoritas de ficción trata de un anillo de poder que fue forjado por un señor oscuro para esclavizar a toda la tierra Media, todo aquel que era su portador pasaba por una dura prueba, el anillo sacaba lo peor del interior de cada uno y si esto era superior a lo bueno que había en la persona, simplemente significaba que gobernaría la maldad en todo su alrededor a través de su poder, por eso todos los poderes oscuros querían apoderarse del anillo, para tener la capacidad de gobernar a otros bajo su maldad.
A veces, hay cosas que se mueven en las personas difíciles que se nos atraviesan por la vida y que pareciera que tuvieran la función de sacar lo peor de nosotros, es como si, su sola presencia, ya representara todo aquello que nos molesta y nos desagrada, ¿qué espiritual verdad?, pero esto sólo hace parte de las relaciones humanas, es inevitable toparse con estas personas en el camino pero es evitable el darles el poder de esclavizarnos en los errores que marcan nuestras relaciones de por vida, porque no sólo nos falta amor y dominio propio, sino comprender que cada uno de nosotros es un PRODUCTO SIN TERMINAR, un producto en proceso de perfeccionamiento que debemos mirar con compasión.
¿Qué podemos hacer? Bueno, lo ideal sería estudiar al Maestro de las relaciones humanas, a Jesús, quien con suma inteligencia emocional y sabiduría divina supo cómo lidiar con sus amigos y sus opositores, con Jesús aprendemos que a veces es necesario hacer un llamado de atención o reprensión (Juan 8:47), que a veces es necesario callar (Juan 8:6), que a veces con preguntas podemos hacer entender a otros que algo pasa (Marcos 11:29-30), que si es un hermano en la fe podemos llevarlo a las Escrituras (Marcos 10:2-3) o recurrir a ejemplos de la cotidianidad para que tengamos un espejo de la situación (Lucas 7:40-42), es más el Sermón del Monte reúne los consejos de Jesús para convivir con otros y vivir en comunidad sabiamente.
Nuestro Manual de vida nos dice hoy en 1ra de Pedro 3:8-12 NTV “Por último, todos deben ser de un mismo parecer. Tengan compasión unos de otros. Ámense como hermanos y hermanas. Sean de buen corazón y mantengan una actitud humilde. No paguen mal por mal. No respondan con insultos cuando la gente los insulte. Por el contrario, contesten con una bendición. A esto los ha llamado Dios, y él les concederá su bendición. Pues las Escrituras dicen: «Si quieres disfrutar de la vida y ver muchos días felices, refrena tu lengua de hablar mal y tus labios de decir mentiras. Apártate del mal y haz el bien. Busca la paz y esfuérzate por mantenerla. Los ojos del Señor están sobre los que hacen lo bueno, y sus oídos están abiertos a sus oraciones. Pero el Señor aparta su rostro de los que hacen lo malo».”
Veamos nuestro proceso con gratitud. Lo importante, es ver en cada persona un instrumento para que seamos pulidos y moldeados en nuestro carácter, conforme a la imagen de Cristo. Algunos actúan en nuestro proceso como un fuerte martillo, otros son suaves pinceles, pero todos hacen parte de nuestro proceso, la pregunta hoy no es, ¿por qué tengo que aguantar a esta persona? La pregunta es, Dios, ¿qué necesitas cambiar en mí?
Devocionales Refúgiate en Su Palabra – Casa de Refugio (KMR)
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