Los Hijos de Dios y el Amor Fraternal
1ra Juan 3:1,6 RVR1960: “1 Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.” … “6 Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.”

Durante este mes de septiembre es pertinente hablar de espiritualidad y mientras meditaba y estudiaba para hacer este devocional recordé una enseñanza que recibí sobre 2 palabras, 2 palabras parecidas en escritura, pero que en el plano espiritual están muy distantes una de la otra, son: “convencido y convertido”, una persona convencida es alguien que está seguro de una opinión o convicción, pero una persona convertida es aquella que se transforma en algo distinto, es aquella que empieza un cambio permanente de adentro hacia afuera y esto es precisamente a lo que hace referencia el Señor Jesús cuando nos invitó a nacer de nuevo.

En este punto, el Señor trajo a mi memoria varios ejemplos de mi vida, aquella época cuando estaba convencida de su existencia, pero no convertida por su presencia, convencida que con mis actos de caridad ganaría la vida eterna, convencida que si pecaba y oraba empataba, convencida que se podía jurar, injuriar, mentir, ofender y luego pedir perdón con un par de lágrimas de cocodrilo; en resumen, estaba, sentía remordimiento por mi pecado, pero no convertida para procurar no cometerlo.

Por el contrario, una vez llegue a pies del Señor Jesús con genuino arrepentimiento, he experimentado lo que significa el proceso de conversión. Primero, nació la necesidad de estudiar la biblia y sentí  que el Señor empezó a escribir su palabra en mi mente y en mi corazón;  ahora, me pasa que cuando peco o ejecuto un mal hábito que quizás antes me parecía normal y justificado, me siento mal, el espíritu me incomoda y para la próxima vez trato de evitarlo. También me he dado cuenta de que cada vez necesito menos que otra persona me recuerde lo que está mal, porque él Espíritu Santo me lo recuerda antes de hacer daño y esa es la idea de conversión, que cada vez le obedezca más a mi espíritu y menos a mi carne; este proceso puede ser lento, pero lo impórtate es que sea progresivo.

A Pablo le tomó 3 días convertirse y aunque quizás nuestro caso no sea tan exitoso, si debemos proponernos a cambiar, pues a veces llevamos años en el evangelio y seguimos pecando de soberbia, egoísmo, ira, inconformismo, y queja.

Padre Todopoderoso hoy quiero pedirte que mengüemos para que vivas tú, que tu amor fraternal nos abrace y nos enseñe a escucharte al primer llamado, a obedecerte amorosamente, a servirte sin descanso y a alabarte y adorarte por la eternidad.

Devocionales Refúgiate en Su Palabra Casa de Refugio (AC)

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