Isaías 40:27-31RVR95: “¿Por qué dices, Jacob, y hablas tú, Israel: «Mi camino está escondido de Jehová, y de mi Dios pasó mi juicio?» ¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance. Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; más los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán.”
En este pasaje vemos que El Señor, en un mismo momento, se dirige a Jacob, pero también lo llama Israel, lo que tiene gran significado en su vida, puesto que su nombre, Jacob, que significa “suplantador”, pasó a ser Israel, que significa: “el que pelea junto a Dios”, dos momentos en su vida que no pasaron desapercibidos por Dios, quien tenía en Su corazón a este hombre desde que era un suplantador hasta que fue transformado y marcado para llamarse Israel.
Así también sucede con nosotros, no pasamos desapercibidos para El Señor, Él no espera que cambiemos para tenernos en cuenta porque, de hecho, aún desde la formación en el vientre de nuestra madre, allí ya estaba al tanto de nosotros, y aún antes de la fundación del mundo nos consideró para ser sus hijos, para ser apartados para Él, para andar en sus caminos y conforme a sus propósitos. Somos nosotros los seres humanos quienes, en el libre albedrío, tomamos la decisión de seguir a Jesús, o darle la espalda, quizás motivados por la creencia de que Dios nunca nos tuvo en cuenta o sencillamente nos abandonó.
Sin embargo, en el pasaje de hoy, la Biblia nos dice que no hay motivos para afirmar que nuestros caminos están escondidos para Él, por que ¿qué se puede esconder de su vista, de su entendimiento o de su presencia?, de hecho, nada ni nadie nos puede separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, y por ese amor El Señor es capaz de restaurar nuestras fuerzas cuando estamos cansados, sin importar la edad.
Así que, nunca dudemos de su amor, de su atención hacia nosotros, de que siempre nos ha tenido en cuenta. Habitemos a su abrigo para así morar bajo su sombra para estar en intimidad con Él, deleitarnos en Él, y veremos cómo seremos fortalecidos, consolados, guiados, amados, salvados de la muerte, sanados, restaurados y preparados para toda buena obra.
Devocionales Refúgiate en Su Palabra – Casa de Refugio (JENM
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