“Yo sé todo lo que haces, que no eres ni frío ni caliente. ¡Cómo quisiera que fueras lo uno o lo otro!; pero ya que eres tibio, ni frío ni caliente, ¡te escupiré de mi boca! Tú dices: “Soy rico, tengo todo lo que quiero, ¡no necesito nada!”. Y no te das cuenta de que eres un infeliz y un miserable; eres pobre, ciego y estás desnudo. Así que te aconsejo que de mí compres oro – un oro purificado por fuego– y entonces serás rico…” (Apocalipsis 3:15-18a NTV)
En el mensaje que Jesús da a la iglesia de la Laodicea pone al descubierto algo que ella misma ignoraba, porque estaba convencida de que su riqueza material era suficiente para alcanzar todo lo que necesitaba y quería, pero desconocía algo grave, el verdadero estado de su corazón, lo que le impedía cumplir con el propósito de Dios.
Y no te das cuenta de que eres… Durante este fin de semana aprendimos que fácilmente podemos morder la carnada puesta por Satanás ante una ofensa, puesto que ésta es un instrumento para mantenernos atados a un estado, que puede ser de auto conmiseración porque alguien nos ha afectado sin razón, de ira porque la ofensa está acompañada de mentiras que han afectado tu integridad e inclusive otras relaciones, de depresión porque vino de alguien importante en tu vida, etc. El punto es que estás anclado en un estado que consideras correcto pero que te impide avanzar hacia lo nuevo, hacia el propósito de Dios para ti.
El orgullo impide que admitamos cuál es nuestra verdadera condición. Estamos anclados en la ofensa, replicando el mismo actuar motivados por emociones incorrectas, o en cualquier situación vemos una ofensa que no existe y lo peor de todo es que consideramos que estamos bien, que tenemos el derecho a estar así porque hemos sido maltratados.
Pero Dios conoce el verdadero estado de nuestro corazón y quiere ayudarnos para que salgamos del estancamiento y continuemos en el camino hacia su propósito. Te aconsejo que de mí compres oro – un oro purificado… El oro refinado o puro es suave y manejable, está libre de la corrosión y de otras sustancias, cuando el oro se mezcla con otros metales, se vuelve duro y no se puede manejar con facilidad. Entonces, un corazón que no perdona la ofensa, da fruto de pecado, como la amargura, el resentimiento, la ira, el chisme, la murmuración y estos elementos contaminan nuestro corazón y lo endurecen evitando que sea transformado y manejado por Dios para que seamos puros y la imagen de Cristo brille en nosotros.
Un corazón endurecido es un corazón que no escucha la voz de Dios. Cuando por orgullo no reconocemos nuestra verdadera condición y permitimos que la ofensa de fruto en el corazón y lo endurezca, nuestra capacidad de escuchar la voz de Dios se ve obstaculizada y nuestra agudeza visual espiritual disminuye; es decir, vivimos en un engaño del cual Satanás echó la red, pero nosotros mismos decidimos arroparnos con ella.
Tiempo de Hablar con Dios: Señor hoy queremos renunciar al orgullo que nos impide revelar el verdadero estado de nuestro corazón, que nos impide renunciar a seguir estancados en la trampa del enemigo, detenidos ante tu propósito en nuestra vida. Hoy nos levantamos y peleamos contra nuestro orgullo porque ha obstaculizado tu obra de sanidad para liberarnos de todo fruto de la ofensa y ha endurecido nuestro corazón para que no escuchemos tu voz y no podamos ver lo que realmente sucede, y es que estamos en una trampa.
Hoy perdonamos con nombre propio y entregamos todo sentimiento que nos ha dejado esta ofensa porque queremos ser libres para correr hacia tu propósito en nuestra vida. En el nombre de Jesús, amén.
2021 El Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio (KMR)
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