No Vivamos como Condenados
Hechos 20:24 NVI: Sin embargo, considero que mi vida carece de valor para mí mismo, con tal de que termine mi carrera y lleve a cabo el servicio que me ha encomendado el Señor Jesús, que es el de dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”.

Despedirse de alguien que amamos sin saber si lo volveremos a ver no es fácil, dejar ir tampoco lo es, morir a nuestro confort y comodidad renunciando a todo lo que conocemos para servir a Dios con todo lo que eso implica nos hace a veces pensar que lo que viene tal vez no vale la pena. Pero en Dios esto no es cierto ni real, en Dios todo lo que vivimos en este mundo es secundario.

En este pasaje, Pablo nos motiva a pasar por alto todo lo vivido en este mundo pasajero, entendiendo que hay algo más allá de lo que vemos con nuestros ojos terrenales. Nuestro paso por la tierra no es más que un preámbulo para lo que será la eternidad en el cielo, o en el infierno.
Nuestros logros, nuestra familia, nuestros hijos, nuestra profesión no son lo único que tendremos, tampoco lo más importante, pensar que es lo máximo que alcanzaremos en nuestra vida es pensar que no hay nada después de esto que lo pueda superar y es vivir como si estuviéramos condenados; es decir, queriendo lograrlo todo, tenerlo todo mientras estamos en este mundo, como si con la muerte ya llegara el fin, como si no hubiera nada después de ella. Es fácil acomodarnos y vivir solo valorando lo terrenal, ignorando el valor de lo eterno, por eso debemos recordar cada día quienes somos en Cristo y para donde vamos.

La palabra de Dios afirma que nuestra estadía en la tierra es temporal, somos peregrinos, visitantes… Nuestra identidad está en la eternidad y nuestra patria donde está con Dios, somos embajadores de su Reino. Si creemos que tenemos un Dios que se encarnó, que vino al mundo, murió y también resucitó, que está sentado en lugares celestiales y nos espera en el cielo, debemos vivir como lo que somos, peregrinos en este mundo que no es nuestro hogar, sabiendo que esto no es el fin, caminando entre las cosas que pasan, abrazamos las que no pasan.

Solo entendiendo esto, las actividades, metas y problemas que antes parecían tan importantes se vuelven insignificantes, nuestros valores cambian y podemos usar lo que nos fue dado por Dios con mayor sabiduría, priorizando los intereses del reino por encima de los nuestros, comprendiendo que la vida es mucho más que el aquí y el ahora, viviendo como rescatados y con la esperanza de que lo mejor está por venir.

Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (GVO)
#MimetaesCompartir

Leave a Reply

Your email address will not be published.