“pero si deseamos algo que todavía no tenemos, debemos esperar con paciencia y confianza” Romanos 8:25 NTV
La paciencia es la actitud que le permite al ser humano soportar contratiempos y dificultades para conseguir algo que necesita y quiere. Palabra que se deriva del latín “pati” que traduce “sufrir”; es más, el participio patiens se introdujo al castellano con el fin de mencionar a los pacientes en los hospitales «aquellos que a falta de salud deben aprender a sufrir la espera en alegría y resignación» En resumidas cuentas, una persona paciente es aquella que sufre en calma o, dicho de otra manera, “aquella persona que ha aprendido a sufrir”
La virtud de la Paciencia implica continuidad y estabilidad, en otras palabras, no tiene límite; esta formidable afirmación nos lleva a concluir que necesariamente requerimos de una fuente inagotable para ser realmente pacientes, y ésta es sin duda alguna la palabra de Dios. “Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos” Romanos 8:25 RVR 1960. Es el ejercicio de la fe en las promesas de Dios, en la verdad de su palabra, lo único que puede realmente entrenarnos en ser pacientes, pues solo allí recibimos la ayuda en nuestra debilidad para soportar con alegría la espera.
Cuando en Romanos 8:25b NVI afirma que: “debemos esperar con paciencia y confianza” se evidencia el matrimonio estrecho entre estas dos, el complemento perfecto entre la confianza y la paciencia, ya que la una sin la otra pueden existir. De allí que el rol de la palabra de Dios es absolutamente determinante en la disciplina de aprender a soportar el sufrimiento, pues escrito esta: “La fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”.
Son las escrituras la fuente inagotable de nuestra fe, paciencia y paz, pues podríamos hablar que el fruto del matrimonio entre la confianza y la paciencia es la paz.
Alguna vez, un amigo llamado Oswaldo me dijo: –La paciencia no es más que la ciencia de la paz– y en parte tenía razón, aquel hombre poseía todas las credenciales para enseñar de este tema; lo conocí en un hospital en Panamá mientras ambos, hospitalizados, esperábamos con otros pacientes que alguien cancelase su cupo en el quirófano para ser procedidos de urgencia; para él, humilde pescador y viejo lobo de mar, la espera en aquella sala no parecía generarle ansiedad alguna; disfrutaba del instante relatando sus muchas aventuras acontecidas en el océano de las cuales recuerdo perfectamente una, cuando estando su vida en peligro por el choque de su bote con una ballena jorobada, donde su reacción fue agarrarse fuertemente a la “panga”, es decir, a la barca, implorando con calma y esperanzado en que con la ayuda de “Papá Dios” su barquero y socio amigo encontrara la salida que los alejara del peligro mientras, sin saberlo, aquel sencillo hombre de fe comprendía la importancia del trabajo conjunto entre el sufrir la espera y la confianza en nuestro Señor para salir bien librados, las cuales emanadas de Aquel que Todo lo Puede nos llevan a padecer en paz los embates de la vida. Hermanos, es hora de dejar de poner nuestra fe en las cosas y personas, pues allí nuestra confianza se va rezagando y muere asfixiada en la vana gloria del mundo material, es momento iglesia de darle el lugar a las promesas de nuestro Dios, pues solo su ley es de inagotable poder.
Señor, te damos gracias por permitirnos comprender que sin Ti y el poder de tu palabra, la paciencia y la confianza no son más que adjetivos sin trascendencia. Enséñanos oh Señor a ser humildes y amables en la adversidad; a ser pacientes y a soportarnos los unos con los otros en amor tal cual nos instruyes en Efesios 4:2 cuando dices: “Sean humildes y amables; tengan paciencia y sopórtense unos a otros con amor” Padre, enséñanos el arte de aprender a sufrir la espera en tu promesa a sabiendas que eres el único digno de confiar, aquel que nunca falla y que cumple lo que promete a los que sabemos esperar en Ti. Te lo pedimos y suplicamos Señor. Amen y amén.
2021 Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio (FJCG)
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