“Clamé con todo mi corazón; respóndeme, Jehová, Y guardaré tus estatutos. A ti clamé; sálvame, Y guardaré tus testimonios. Me anticipé al alba, y clamé; Esperé en tu palabra. Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche, Para meditar en tus mandatos. Oye mi voz conforme a tu misericordia; Oh Jehová, vivifícame conforme a tu juicio. Se acercaron a la maldad los que me persiguen; Se alejaron de tu ley. Cercano estás tú, oh Jehová, Y todos tus mandamientos son verdad. Hace ya mucho que he entendido tus testimonios, Que para siempre los has establecido”. SALMO 119:145-152 RVR1960
En mi vida “saber pedir las cosas” siempre ha sido un aprendizaje, ahora, luego del paso de casi la mitad de mi vida, he comprendido que uno no recibe del Señor Jesús las respuestas, simplemente porque en muchas ocasiones no conoce a ciencia cierta lo que quiere, no hay claridad en lo que anhelo; y/o porque pido sin su consentimiento, sin someterse a sus designios, “…no tenéis los que deseáis porque no pedís. Pedís y no tenéis, porque pedís mal para gastar en nuestros propios deleites”. Santiago 4:2b-3. Por tanto, eso no se puede considerar un clamor con todo el corazón, como sustenta la escritura; en el clamor verdadero existe la seguridad nuestro deseo y la certeza de que lo que anhelamos está avalado por nuestro Señor Jesucristo y su perfecta ley, solo allí el clamor cobra una efectividad irrefutable.
Y es que cómo clamar en los aspectos espirituales, emocionales, económicos, profesionales entre otros en nuestras vidas si desconocemos a fondo el qué queremos en cada una de estas áreas; sin esta claridad se convierte nuestra vida en un camino sin meta, sin destino, en resumen: sin visión; y cuando ello acontece, en el primer cruce de vías, en la primera bifurcación de caminos nos reencontraremos ya perdidos y desesperados; de allí la importancia de saber pedir y lo más importante; pedir con el consentimiento, con el respaldo de nuestro Señor y dador de vida; solo así la espera se torna poderosa, ya que no seguimos siendo sometidos al vaivén amargo de la indecisión, convirtiéndose nuestros anhelos en un clamor con el corazón.
Desde mi percepción muy personal, la clave para conocer si la maravillosa voluntad del Señor esta sincronía con nuestros sueños, es que ese anhelo se logra fusionar con la misión que el Señor ha mostrado para nuestra vida, allí entendemos el porqué de aquel gusto recurrente, de la inclinación legitima por ciertas acciones, lugares, profesiones y es porque todo los que somos y tenemos hace parte del llamado a realizar la voluntad de Dios, por eso el más profundo e invencible clamar con el corazón es pedir guardar sus testimonios: “Clamé con todo mi corazón; respóndeme, Jehová, Y guardaré tus estatutos. A ti clamé; sálvame, Y guardaré tus testimonios”. SALMO 119:145/146 RVR1960
Amado Señor, ayúdanos a entender que todo en nuestras vidas comienza sabiéndote pedir Padre Celestial; danos hoy la claridad, la certeza y la capacidad de asir firmemente la mano resplandeciente de nuestro Señor Jesucristo con humildad para guardar sus testimonios. Derrama sobre nosotros la pasión para conocer la visión de nuestra vida y así saber lo que queremos realmente, que el amor por ti y por tus testimonios haga que este viaje terrenal se torne de alegres matices y grandes victorias aun en medio de las luchas, como es el ejemplo de nuestro Redentor. Amen.
Devocionales Refúgiate en su Palabra – Casa de Refugio (FJCG
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