Este mes Dios quiere hablarnos del perdón y qué importante es este tema para vivir una vida fructífera en Dios. No sé ustedes, pero en mi caso, cuando me hablan de perdón en la biblia, José es uno de los personajes que siempre llega a mi mente; aquel reencuentro con sus hermanos, lleno de perdón, pero sobre todo de sanidad y amor.
Creo que todos los seres humanos hemos tenido que pasar por alguna situación en donde alguien traiciona nuestra confianza y nos hiere, sólo a través de una intervención divina podemos sanar de corazón, pues queda en nuestro interior una herida, que aunque el tiempo pase y creamos que estamos sanos, eso que nos hirió seguirá allí si no lo afrontamos, lo aceptamos y lo usamos para avanzar. Perdonar tiene el poder para liberarnos de eso que nos hirió, nos permite sanar verdaderamente, y afortunadamente es cuando sentimos la diferencia de vivir una vida de la mano de Dios, quien es experto en restaurar y sanar corazones heridos.
Cuando no tenemos a Dios nos volvemos desconfiados y la base de la desconfianza es el miedo. Miedo a que nos vuelvan a herir, a mentir o a decepcionar. Cuando alguien experimenta desde su infancia abandono, soledad o rechazo, se llena de inseguridades, que se transformarán en baja autoestima, en no saber cómo afrontar situaciones difíciles y resolverlas de forma sana, pero en José tenemos el ejemplo de una vida que confía en los planes que Dios tiene. Él fue vendido, acusado, encarcelado; tenía todo para vivir en amargura y resentimiento, con una baja autoestima, pero siempre creyó en las promesas de Dios para su vida y esto marcó toda la diferencia.
Dios quiere sanarnos. Él sabe que este proceso es de adentro hacia fuera; porque nuestro interior es el que establece la clase de persona que somos y la forma en que mostramos el amor y la obra de Dios. El Señor sanó a José a lo largo de su vida, en esos días de quebrantamiento y lágrimas, él estaba teniendo un proceso de sanación y perdón. Él decidió perdonar a sus hermanos, lo vemos en el abrazo que dio a cada uno de ellos, y en sus palabras de recibimiento. Este acto marcó un antes y un después.
El perdón no es un sentimiento, es una decisión. Este acto es evidencia de nuestra restauración, porque Cristo perdonó todos nuestros pecados en la cruz, ¡tan sencillo como eso!, pero no nos apoyemos en nuestras propias fuerzas si queremos lograrlo, pidámosle a Él y Él nos ayudará a perdonar.
Perdonar no significa que todo será como antes con quien te ha herido, significa que en el mundo espiritual lo soltaste, te liberaste de ese peso, de la atadura del rencor y la amargura. Recuerda que el rencor es un sentimiento que le da lugar al enemigo en tu vida y es una puerta abierta para que pueda tocarte. Apóyate en Cristo y Él te respaldará y te bendecirá, y permítele sanar tu corazón para comenzar de su mano una vida nueva y sin pesos innecesarios. El que gana no es el perdonado sino el que perdona.
Devocionales Refúgiate en su Palabra, Casa de Refugio (PG)
#mimetaesperdonar
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