Salmos 19:7-8 NTV: “La ley del Señor es perfecta, que restaura el alma; el testimonio del Señor es seguro, que hace sabio al sencillo. Los preceptos del Señor son rectos, que alegran el corazón; el mandamiento del Señor es puro, que alumbra los ojos.”
El efecto de la palabra de Dios en nuestra vida y su firmeza en el tiempo a pesar de tantos detractores nos permite comprobar su perfección. Cuando describimos algo como perfecto no sólo es porque entre las demás cosas que hemos conocido esto reúne todas las características para ser considerado como lo mejor, superior o sin defecto. En el ámbito jurídico, se hace alusión a algo perfecto para referirse a un contrato, intentando así expresar que tal documento o acuerdo, cuenta con todos los requisitos necesarios y exigidos para que tenga la correspondiente y necesaria eficacia jurídica.
Es imposible afirmar que la palabra de Dios es perfecta si esta no ha sido parte de nuestra experiencia de vida, sería como hablar de lo excelente que es el ejercicio para la salud, pero nunca ejercitarse, sin embargo, a pesar de que sabemos que es necesario para el cuerpo no lo practicamos. Igual nos pasa con la palabra de Dios, sabemos que es Su herramienta para comunicarse con nosotros, para darnos vida y restaurarnos, pero damos prioridad a cualquier otra cosa que ha pasar tiempo con ella para que cumpla el efecto por el cual fue escrita.
Desde su experiencia el Espíritu Santo lleva al salmista a escribir las palabras precisas para describir la palabra de Dios, el utiliza cuatro descripciones que nos hablan de Su naturaleza: es PERFECTA, por cuanto su efecto es incomparable con cualquier otro escrito universal porque restaura el alma, actúa como las manos del alfarero para moldear nuestro carácter conforme al de Cristo. El testimonio del Señor es SEGURO, es confiable, constante, certero e inmutable, tanto así que habla con franqueza, abierta y directamente al hombre para hacerle sabio en su camino, porque le abre sus ojos ante la vida, le ofrece una visión para comprender su realidad y encontrar su propósito en la Cruz. Sus preceptos son RECTOS, no hay variaciones ni inequidad en la palabra de Dios, por eso su efecto alegra el corazón y finalmente el mandamiento, es decir, toda la palabra, es PURA, porque resignifica todo a mi alrededor, trae luz sobre la oscuridad de mi razón y mi entendimiento, al restaurar mi alma, sana las heridas y me revela la inmundicia de mi pecado para poner a cuentas con el Padre y poder enderezar mis pasos.
Su palabra es perfecta para la imperfección de mi vida. Así como lo veíamos inicialmente, la palabra de Dios es ese contrato perfecto entre Dios y el hombre, no hace falta ningún termino, todas las cláusulas están claras, no hizo falta ninguna para terminarlo, por eso podemos confiar en él, porque Su testimonio es fiel y no trae letra pequeña que nos engaña, que busca la ventaja para hacernos caer, por el contrario, su consejo, sus preceptos sólo nos llevan hacia El Único dueño de la verdad, porque Él mismo es La Verdad, Jesucristo.
“Escuchen, porque hablaré cosas excelentes, y con el abrir de mis labios rectitud. Porque mi boca proferirá la verdad, abominación a mis labios es la impiedad. Conforme a la justicia son todas las palabras de mi boca, no hay en ellas nada torcido ni perverso. Todas son sinceras para el que entiende, y rectas para los que han hallado conocimiento. Reciban mi instrucción y no la plata, y conocimiento antes que el oro escogido, porque mejor es la sabiduría que las joyas, y todas las cosas deseables no pueden compararse con ella.” (Proverbios 8:6-11 NBLA)
2021 Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio (KMR)
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