“Les digo, ustedes pueden orar por cualquier cosa y si creen que la han recibido, será suya. Cuando estén orando, primero perdonen a todo aquel contra quien guarden rencor, para que su Padre que está en el cielo también les perdone a ustedes sus pecados.” (Marcos 11:24-25 NTV)
En tiempos en los que el humanismo lo es todo y se le da tanta importancia al hombre en sí mismo, es curioso que lo que más devaluado se encuentra viene de él, la palabra. Lo que más carece de credibilidad hoy en día. En la cotidianidad tenemos mil ejemplos de cosas que hemos dicho y no hemos hecho o cumplido, en algo tan sencillo como “ahí estaré a las 2 p.m.” y no llegar a esa hora, por la excusa y la razón que sea no cumplimos o decimos: tal día podríamos encontrarnos para hacer tal cosa, pero pasado el día, la persona nos llama y nos dice, ¿recuerdas que me dijiste que hoy…?
Sin embargo, a pesar del poco valor que le damos a nuestras palabras no es igual cuando las recibimos de otra persona. En el momento que recibimos una crítica, un comentario, o simplemente escuchamos una idea contraria a nuestra forma de pensar, parece que tales palabras tuvieran tal valía que nos destruyen, afectan nuestras emociones o inclusive, son como una bofetada que viene de una mano fuerte y mojada, aún más cuando vienen de una figura de autoridad; sin importar que, realmente las personas no tienen en estima sus propias palabras y realmente la mayoría de las veces no queremos decir lo que decimos durante una conversación acalorada, transitoria o pasajera.
Pero hoy necesitamos iniciar esta semana recordando que, hay unas palabras que siempre tienen valor y a las que es necesario prestar atención siempre, las palabras de Jesús, nuestra máxima autoridad. Aquí nos habla seriamente de algo indispensable, de un principio para la vida: así como perdonemos, liberemos y restauremos a los demás, seremos perdonados.
La falta de perdón en nuestra vida es como un grillete con una pesada bola de metal que está amarrado a nuestra pierna. Si no damos perdón no podemos avanzar, muchas personas jamás experimentan la presencia de Dios en su vida por la falta de perdón. Este es un principio de siembra y cosecha.
Cuando estén orando, primero perdonen a todo aquel contra quien guarden rencor. Jesús nos dice que nosotros podemos pedir cualquier cosa, y si nuestra medida de fe nos alcanza para creer que la tenemos, así será, PERO, nos dice que PRIMERO debemos hacer algo: perdonar. Y aún más, nos dice que a TODO AQUEL, es decir, sin importar si es la figura de autoridad, si es el amigo más querido y por eso te dolió más entonces tienes derecho a estar digno, o inclusive, a esa persona que te importa muy poco pero que en el fondo te afectó porque dijo algo acerca de ti que consideras, incorrecto. A ese lejano y a ese cercano tenemos que perdonar, porque cuando vayamos a la presencia de Dios, necesitamos su perdón ¿cómo vamos a pedirle que nos perdone, si no hemos perdonado? Jesús dice que no podemos hacerlo, porque hay un PARA QUE, recuerda, las palabras de Jesús tienen total credibilidad, él cumple, él es la autoridad máxima, y si él dice que primero tú debes hacer esto para que recibas esto, pues… Este es un proceso diario y constante.
Tiempo de Hablar con Dios: Amado Señor, en esta mañana quiero pedirte que me ayudes a iniciar esta semana con mi corazón libre de resentimiento, rencor y odio, hoy quiero y decido perdonar con nombre propio, a todo aquel que me ha ofendido, maltratado o que ha dicho algo que no me ha gustado porque desconoce mi versión, hoy Señor quiero perdonar porque necesito tu perdón para poder avanzar, experimentar tu presencia, tu gloria y caminar hacia tu propósito. En el nombre de Jesús, amén.
2021 El Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio (KMR
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