Profundizando en la Amistad de Cristo
Lucas 11:5, 8-10 RVR1960: “5 Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes… 8 Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. 9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”.
 
Siempre que escucho hablar de los “amigos” pienso que es un tema complejo para mí, porque siempre he querido vivir la amistad a mi manera, sin tener en cuenta la otra parte; pero esto hasta hace un par de días, porque Dios comenzó a mostrarme y a enseñarme el verdadero significado de la amistad. Ahora, viéndolo en retrospectiva, yo creía tener amigos, ya sea porque me brindaron la confianza para un saludo de manos, un abrazo o porque de pronto tuvimos momentos de conversaciones amenas y de risas con la mayoría de ellos, y aunque estas cosas son importantes y cuentan en una amistad, en Dios hay una profundidad que he comenzado a experimentar, una amistad en el fuego de su Espíritu Santo que me une con mis hermanos en la fe.
 
El Señor en medio de mi matrimonio siempre ha estado hablándome a través de mi esposa, mostrándome  con su ejemplo cómo puedo ser un buen amigo, cómo amar desinteresadamente, sacar tiempo de escuchar a alguien y aconsejar, aunque a veces no se tengan las ganas suficientes; pero por amor a mi hermano y buscando la edificación que Cristo nos enseña, lo hacemos aún con pequeños detalles como brindar una sonrisa a pesar del dolor, levantar a mi amigo en oración, ser sincero sin herir a nadie porque Dios pone las palabras adecuadas en nuestra boca, etc. Sin embargo, a pesar de tener el ejemplo de mi Maestro, Cristo, enseñándomelo por medio de su palabra y con una maestra en casa mostrándome a diario esto, debo confesar que nunca tenía realmente la intención de mostrarme como un verdadero amigo, porque creía no necesitar de esto, creía poder solo y estaba equivocado, realmente este es un tema de intención, de QUERER ser amigo.
 
Quizás todos hemos escuchado en algún momento el famoso dicho “dos son mejor que uno”, de hecho lo dice la palabra de Dios en Eclesiastés 4:9-12: “Mejores son dos que uno… y cordón de tres dobleces no se rompe pronto”. Una lección que nos enseñan nuestros padres, en la iglesia, colegios y hasta en el curso prematrimonial; pero al escucharlo tanto, se vuelve algo superfluo y allí nos quedamos, no vamos a lo profundo de este consejo, de esta enseñanza. Indudablemente Cristo va en el primer lugar y debo llegar a ese grado de amistad, pero también cuento con mis hermanos en la fe.
 
Hoy quiero decirte que no estás solo, Cristo vivió todos y cada uno de tus padecimientos y nos ha dado el regalo de los hermanos en la fe que gozan de libertad, que pasaron exactamente por lo mismo que tú y nosotros. El enemigo nos hace cautivos con sus mentiras, con vergüenza y humillación, haciéndonos creer que somos los únicos que pasan por distintas circunstancias, siembra esto en nuestro corazón para que no hablemos y nos restauremos entre nosotros, nos ha querido retener para no disfrutar de la liberadora amistad con Cristo y con nuestros hermanos en él.
 
Como pareja hoy encontramos un gran consejo, rodearnos de amigos verdaderos en Cristo, para que en medio de la bendición de su amor encontremos respuesta a lo que pedimos, hallemos amor y refrigerio. Abrir la puerta de nuestro corazón a otros es permitir que el amor de Cristo opere y se extienda, somos restaurados para restaurar y somos amados para amar. En Cristo podemos tener verdadera amistad, porque “Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”.
 
 
Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (MO y MM)

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