Juan 11:38-44 RVR1960: “Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.”
Este es el famoso pasaje en donde Jesús resucita a Lázaro. Fue un tremendo milagro devolverle la vida a alguien que ya había muerto, había sido sepultado y tenía cuatro días de haber muerto, ¡más de media semana!, definitivamente era algo osado y que requería de una tremenda fe, que solamente podría tener Jesús.
Este pasaje no sólo es un relato anecdótico, sino que nos deja valiosas lecciones aplicables hoy. El cuerpo de Lázaro estaba dentro de una cueva, cuya entrada estaba tapada con una roca que separaba de la vista de todos a un Lázaro que volvía a la vida, el milagro no se podía ver porque esa piedra estaba en la mitad.
Definitivamente era la voluntad de Dios resucitar a Lázaro, porque a través de ese milagro muchos creerían en El Señor y todavía somos muchos los que creemos. Hoy en día El Señor nos ha dado promesas, su voluntad está allí para poner orden en nuestra vida, para traer libertad, salvación, y obrar en cada asunto de nuestra vida, pero la piedra de la incredulidad no nos ha dejado ver todo lo que El Señor quiere hacer por nosotros y cómo se quiere glorificar y hacer su voluntad. Así como quitaron la piedra para que Lázaro saliera, así también nosotros quitemos la piedra de la incredulidad en nuestra vida.
Marta dijo que el cuerpo ya tenía mal olor, cuatro días de muerto, y hoy también escucharemos voces que van a ir en contra de lo que Dios nos ha prometido. Si Dios te ha dado una promesa, y la verdad es que en la Biblia hay miles de ellas, tú decides si creer en las voces contrarias a su palabra o si atender la voz de Jesús que aún nos dice: “¿no te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?”, y quitar la piedra de la incredulidad para ver cómo la gloria de Dios se manifiesta rompiendo cadenas, trayendo consuelo, sanidad, formando su carácter en nosotros, su justicia, su paz, su gozo, su sabiduría, su amor y su provisión.
Jesús ya tenía fe, ese milagro no fue para probar su fe, fue para que los presentes en ese momento y nosotros, miles de años después, podamos ser avivados en la fe en el Hijo del hombre, que si creemos en Él, también creeremos en quien le envió, porque Jesús hizo todo lo que El Padre le decía que hiciera.
Quitemos la piedra, creamos en Dios y, sobre todo, creámosle a Dios.
Devocionales refúgiate en su palabra, Casa de Refugio (JENM)
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