“Dos hombres subieron al Templo a orar: uno era fariseo y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, diezmo de todo lo que gano.” Pero el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “Dios, sé propicio a mí, pecador.” (Lucas 18: 10-14 RVR95)
Esta enseñanza nos habla de algo a lo que cada vez estamos más acostumbrados, vivir en un mundo lleno de apariencias y la iglesia no se salva de esta actitud. Quizá ninguno de nosotros se salve, todos en algún momento hemos aparentado más de lo que somos o tenemos sólo por quedar bien ante otros, por vernos más piadosos y consagrados, pero sabemos algo, y es que a Dios no podemos engañarlo.
Hoy tenemos a dos hombres que son la representación de muchos de nosotros en algún momento de nuestro andar en Cristo, porque en este proceso de transformación diaria, todos cometemos errores que nos llevan a reflejar más que un estilo de vida, una religión ajustada a nuestros preceptos y tradiciones.
Los fariseos eran personas conocedoras de la ley y de la tradición, se consideraban apartados de todas las cosas impuras lo que alimentaba su ego y los llevaba a menospreciar a los otros, considerándolos inferiores frente a ellos. “Puesto en pie…” aunque esta era una posición normal, se resalta en el pasaje queriendo mostrar que su intención era ser escuchado por los otros, la actitud del fariseo revela la verdad de su corazón, lo cerca que se encontraba de la ley, pero lo lejos que estaba de encontrarse realmente con Dios, tanto así que los evangelistas nos dicen que “oraba consigo mismo”. Entonces, puedo saber mucha biblia, estudiar teología, hacer cursos para aprender más y más de la doctrina de la fe, pero si mi corazón no ha sido transformado y todo lo que sé, sólo me lleva a menospreciar a otros, pecadores, hermanos, al que cae, al que se equivoca, al que le cuesta aprender, al que es tardo en este proceso de vida cristiana, soy un fariseo más.
Los publicanos por lo general eran personas adineradas, generalmente tildados como injustos y ladrones servidores de Roma, autorizados a cobrar más de lo debido, por tanto, eran objeto del desprecio del pueblo. Sin embargo, “estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo…” Era tal el entendimiento de su posición delante de Dios que sabía que ni siquiera era digno de estar más cerca de los atrios, y fue tal la humildad y el arrepentimiento de su corazón que ni su propio rostro era capaz de levantar.
Todos sin duda, merecíamos el castigo por nuestro pecado, sin embargo, Dios buscó la manera de erradicar la maldad del mundo sin destruir a la humanidad, su plan perfecto no sólo ponía a alguien en el lugar que nosotros merecíamos, sino que nos permitió experimentar su amor y su perdón. PROPICIACIÓN, significa: cubrir la muerte de alguien. Cristo ocupó nuestro lugar, él fue propicio para que yo fuera rescatado de la muerte que merecía por mi maldad. Jesús fue mi sustituto, él tomó mi lugar en la cruz para rasgar el velo y dejarme entrar con libertad, no sólo hasta los atrios sino hasta la presencia misma del Padre.
Esta propiciación, no fue más que un sacrificio de amor para rescatarnos de estar eternamente separados del amor de Dios, ésta es una enseñanza de todo el Nuevo Testamento. Por eso nuestra oración de cada día no debe variar en cuanto a la actitud del publicano: “Dios, sé propicio a mí, pecador.”
Tiempo de Hablar con Dios: Señor, Santo es Tu Nombre, hoy queremos pedirte perdón si aun en nuestro corazón no hay sinceridad y tratamos de mostrar algo que realmente no somos, o si vemos a otros por encima del hombro olvidándonos que todos somos pecadores delante ti y todos necesitamos tu perdón. Gracias Jesús porque fuiste propicio a nosotros al tomar nuestro lugar y rescatarnos de las llamas del infierno para poder disfrutar del amor y perdón del Padre, te amamos, ayúdanos a ser mejores cada día para agradarte y mostrar a otros esta obra perfecta de amor y propiciación. Amén.
2021 Año del Propósito de Dios – Casa de Refugio (KMR)
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