Para los habitantes de Israel que se dedicaban a la agricultura, y en general para todos los que la practican en la actualidad, la lluvia es de vital importancia, porque mientras el cielo riega la tierra, se llenan los campos de pastos verdes para alimentar al ganado, los manantiales y ríos vuelven a surtirse, sobre todo, la tierra reseca por el duro verano desértico vuelve a ser fértil. La lluvia espiritual es tipo de la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas, quien nutre nuestro espíritu y llena con su presencia para crecer en intimidad, entendimiento, en el conocimiento de Jesús, en santidad y en toda buena obra.
Existen cuatro palabras hebreas para definir lluvia:
1. “La lluvia” intensa o fuerte, conocida como “Geshem”, que encontramos en Ezequiel 13:11-13 descrita como una lluvia torrencial.
2. “Lluvia tardía” o “Malkosh”, última lluvia, asociada con la lluvia de primavera.
3. “Lluvia temprana”, cuya palabra es “Yoreh” y “Moreh”, asociada con el otoño y propicia para arar y sembrar la tierra.
4. “Tiftuf”, lluvia, llovizna en general. Palabra que encontramos en Deuteronomio 32:2: “Goteará como la lluvia mi enseñanza; destilará como el rocío mi razonamiento; como la llovizna sobre la grama, y como las gotas sobre la hierba.”
En Deuteronomio 11:14, Dios le había prometido al pueblo de Israel que antes que ellos cruzaran hacia la tierra de Canaán, si obedecían sus mandamientos, les daría lluvia en el tiempo correcto: «yo daré la lluvia de vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la tardía; y recogerás tu grano, tu vino y tu aceite«. Esta, es una promesa vigente también para nosotros como su pueblo.
Oseas 6:3 RVR1960 nos dice: “Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra”.
En Palestina, la estación seca, por lo general, comenzaba entre lo que serían nuestros meses de marzo o abril y se extendía hasta septiembre u octubre, estas lluvias operaban como ciclos cada año. Luego de los tiempos de mucho calor en el verano, comenzaba a caer la lluvia temprana (Yoreh y Moreh), en aquella región la lluvia temprana o de invierno (a mediados de octubre o diciembre), la cual ablandaba la tierra para poderla arar y regaba los campos.
Luego, entre los meses de diciembre y marzo era la temporada de lluvia intensa o fuerte (Geshem). Esta clase de lluvia empapaba la tierra y llenaba los depósitos para almacenar agua, los estanques y manantiales. Cuando la lluvia intensa o Geshem cesaba, comenzaba la primavera, donde caía la lluvia tardía o de primavera (Malkosh), para el período de final de febrero o comienzos de abril. Este era el tiempo de la aparición de las flores y el fruto. La cebada se cosechaba en abril y mayo, y el trigo en mayo y junio.
Así como en lo natural pedimos a Dios que nos de la lluvia temprana en aquellos tiempos de sequía, y la lluvia tardía para producir fruto. Debemos pedirle al Señor que nos provea de su lluvia espiritual, la temprana para mojarnos en Su presencia y la tardía para dar fruto abundante en el Espíritu. La lluvia del Señor vendrá en el tiempo correcto a tu vida a dar la cosecha de fortalecimiento y crecimiento: hay una lluvia tardía llegando y al final de tu temporada el fruto de Dios explotará en tu vida y lo verás, espera en Él, levanta tu clamor a Él y vendrá la tormenta del cielo a terminar lo que comenzó en tu vida.
Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (LG)
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