Jeremías 15:10-11 LBLA “¡Ay de mí, madre mía, porque me diste a luz como hombre de contienda y hombre de discordia para toda la tierra! No he prestado ni me han prestado, y todos me maldicen. El Señor dijo: Ciertamente te libraré para bien; ciertamente haré que el enemigo te haga súplica en tiempo de calamidad y en tiempo de angustia.”
La tarea del profeta Jeremías fue anunciar que el juicio de Dios vendría sobre el reino del sur, Judá, este juicio comenzaría a través de la superpotencia que estaba resurgiendo en ese momento, Babilonia (año 612 a.C.). Debido a la característica de su mensaje, Jeremías no fue un hombre aceptado por el pueblo de Judá, fue más bien una figura solitaria debido a que su mensaje era completamente impopular. Estuvo muchas veces en peligro porque se opuso a la autoridad terrenal corrupta, entregada a la idolatría, a la afrenta de los más necesitados, el enfrentó la oposición de los falsos profetas y de aquellos que predicaban mensajes más populares, de un futuro pacífico y próspero.
Por toda esta situación que lo rodeaba, su carácter, su temperamento y todo lo que significaba atender al llamado de Dios en su vida, fue un hombre que vivió muchas crisis. Así como nosotros, podemos tener muchas crisis que no sabemos cómo manejar, donde empiezan a salir todas nuestras inseguridades y nuestras emociones descontroladas, por eso es necesario aprender del testimonio de este profeta y de la respuesta que Dios le da en este tiempo.
Lo primero que necesitamos saber es que NADIE está exento de vivir una crisis. Jeremías era un hombre que estaba sirviendo a Dios, estaba en obediencia, amaba recibir la palabra de Dios (Jeremías 15:16), pero las consecuencias de su llamado como profeta estaban trayendo angustia a su alma, su papel como mediador de un pueblo idólatra y corrupto estaba convirtiéndose en una carga que lo estaba superando. La severidad de su mensaje lo hizo pensar en lo que él mismo estaba soportando y al igual que Job entró en una crisis. Nosotros, también podemos entrar en crisis cuando no vemos el fruto que esperamos, a pesar de nuestro esfuerzo y dedicación, cuando tenemos tiempos extensos de espera en el Señor, cuando lo que sucede a nuestro alrededor supera lo que por fe estábamos esperando, o al igual que Jeremías, cuando por causa de nuestro servicio y amor al Señor, estamos siendo rechazados y amenazados.
Entonces, si entrar en crisis no es pecado, ¿qué podemos aprender? Cuando nuestros ojos se desvían de lo eterno y nos enfocamos en la crisis, esta puede llevarnos por un camino que nos hace errar en el blanco.
La crisis llevó a Jeremías a cuestionar su propia vida. La parte inicial de nuestro pasaje de hoy nos muestra que había una lucha interna y constante su corazón respecto al mensaje que tenía que dar. Jeremías no sólo fue un regalo para el pueblo de Dios sino para nosotros hoy, pero la crisis lo estaba llevando a renegar de su vida.
Cuando nos sentimos agobiados llega la ansiedad, cuestionamos todo y empezamos a renegar. La pregunta para nosotros es, ¿qué estamos cuestionando? Lo que somos, lo que no somos, lo que hacemos y cómo lo hacemos o, lo que no podemos hacer. Llegamos a cuestionar la obra y el tiempo de su fruto, empezamos a dudar de nosotros mismos y de lo que Dios ha puesto en nosotros, nos quejamos y reprochamos a Dios porque las cosas no salen como lo esperábamos, pero estamos llamados a pensar y trabajar mirando lo eterno y desde la justicia de Dios.
Sólo cuando nos abandonamos en los brazos de Dios en medio de la crisis podemos tener una perspectiva correcta de las cosas. Enfocarnos en Dios, nos permite ser conscientes de la realidad, sí hay un caos, pero siempre hay una solución en Dios. En medio del caos, hay una oportunidad para que Dios traiga orden a nuestras emociones y nos fortalezca. 2da de Corintios 12:9 dice: “Mi gracia es todo lo que necesitas; porque mi poder actúa mejor en la debilidad.”
En nuestra segunda parte aprenderemos más acerca de cómo superar nuestras crisis de la mano de Dios para sacar lo precioso de lo vil.
Devocionales Refúgiate en Su Palabra – Casa de Refugio
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