Servir a Jesús
Lucas 8:1-3 NBLA: “Poco después, Jesús comenzó a recorrer las ciudades y aldeas, proclamando y anunciando las buenas nuevas del reino de Dios. Con Él iban los doce discípulos, y también algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Chuza, mayordomo de Herodes; Susana y muchas otras que de sus bienes personales contribuían al sostenimiento de ellos”.

Fueron varias las mujeres que respaldaron económicamente el ministerio de Jesús y estuvieron directamente relacionadas su ministerio. Ellas le sirvieron, lo siguieron y estuvieron con él hasta el final. Uno de los ejemplos más grandes es el de María, llamada Magdalena, quien al ser liberada de siete demonios, vivió en carne propia el milagro de sanación que ofrecía Jesús a los que tenían fe. Por gracia fue liberada y dedicó su vida en servicio a Jesús. Este milagro la transformó de tal manera que la convirtió en la testigo que lo acompañó hasta después de su muerte.

Su dedicación y entrega fue tal, que estuvo con Jesús hasta en los momentos más difíciles de su vida; incluso cuando los mismos apóstoles lo abandonaron y huyeron, ella se mantuvo a su lado en todo el camino desde la Fortaleza Antonia (el lugar donde azotaron a Jesús) hasta el calvario; donde se mantuvo junto a la cruz, al lado de María la madre de Jesús, y otras mujeres.

El apóstol Juan también nos dice que después de que los discípulos regresaran a sus casas, María se quedó afuera del sepulcro llorando, y que al inclinarse a mirar dentro del sepulcro vio dos Ángeles que le preguntaron por qué lloraba, ella respondió y al volver la mirada vio a Jesús de pie; al reconocerlo exclamó “Raboni” (que en arameo significa Maestro), siendo así la primera testigo de la resurrección y a quien el Señor escogió para llevar el mensaje de resurrección a sus discípulos. En gratitud por obra liberadora de Jesús, pasó el resto de su vida en servicio a él y siempre le tuvo como el centro de su vida.

Al igual que María, somos bendecidos cuando hacemos de Él, el enfoque de nuestro ser. En la medida que somos más obedientes, nos sorprendemos de la manera en la que Él nos usa para ministrar a otros.

En la cruz se hizo un sacrificio por ti y por mí, Jesús murió y no fue en vano; recibimos una dosis de su gracia a pesar de no merecerlo, Él se ofreció para morir por los pecados de la humanidad. Su perdón es incondicional. Cuando logramos escuchar al Espíritu Santo como consejero y organizar nuestras prioridades, podremos ser instrumentos en las manos de Dios para bendecir a otros. ¿Buscamos también nosotros constantemente a Jesús en nuestra vida?

Las posiciones y metas logradas, Dios nos las da para bendecir y compartir con otros; porque hay más dicha en dar que recibir, cada vez que subamos de nivel debemos estar listos para ayudar en la necesidad. Somos llamadas a actuar con originalidad, a ser lo que Dios quiere que seamos, a cumplir con el propósito por el cual fuimos creados: compartir el amor de Cristo.

Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (LG)
#MimetaesCompartir

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