Si queremos huir, hagámoslo al monte de Dios.

“Acab dio a Jezabel la nueva de todo lo que Elías había hecho, y de cómo había matado a espada a todos los profetas. 2 Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero, diciendo: Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos. 3 Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. 4 Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres. 5 Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come. 6 Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse. 7 Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta. 8 Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios. 9 Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? 10 Él respondió: He sentido un vivo celo por Jehová Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida. 11 Él le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová. Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. 12 Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado”.  1 Reyes 19: 1-21 RV1960

El texto nos relata uno de los momentos de mayor debilidad y dificultad del profeta Elías, el denominado profeta de fuego, en el capítulo precedente había matado a espada a 400 de los sacerdotes de baal, y Jezabel esposa del Rey Acab le había enviado una amenaza directa contra su vida. Pareciera irónico que después de esta hazaña, Elías se amedrentara con la intimidación de Jezabel, no resulta fácil comprender que un hombre con una fe de tal nivel -que oro y cayó fuego del cielo-, resultara minado con este ultimátum de muerte.

Sin embargo, lo vivido por Elías merece una reflexión profunda, hay temporadas de nuestras vidas en donde el riesgo de perecer, o de no ver una salida ante ciertas circunstancias nos embargan y sobrecogen, de tal suerte que corremos por nuestra supervivencia. La pregunta en este punto es, ¿Hacia dónde corremos? ¿cuál es nuestro lugar de descanso en medio de la turbulencia? Nuestro protagonista, lo hizo hacia el monte Horeb llamado el “Monte de Dios”, lugar en el que fue alimentado, sustentado, consolado y fortalecido por Dios para continuar en su propósito.

Podríamos cuestionar fuertemente la debilidad de Elías, su comportamiento como quejoso o amilanado ante las circunstancias, pero lo cierto es, que este hombre en su momento de mayor agotamiento y extenuación, sabía que existía un lugar en donde sin importar su dolor más intenso o las intensas ganas de desfallecer, sería reconfortado para continuar, avanzar y para seguir.

El salmos 121 1-2, dice Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro? 2 Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra, tengamos la plena certeza que, si corremos a Dios, él nos levantará, nos hará conocer su voz, ya sea como un viento recio o como un silbido apacible y nos sustentará con la diestra de su justicia.

Hoy Dios ánima para que subamos a su santo monte, ese lugar en donde no hay juicio, ni persecución, ni tristeza que no pueda ser consolado, ni dolor que no pueda ser apaciguado, ni afrenta que no pueda ser quitada, ese lugar en donde su supereminente poder es tan perfecto que podemos ser transformados y amados, para que “mirando a cara descubierta como en un espejo, la gloria del Señor, seamos transformados de gloria en gloria, en la misma semejanza, como por el Espíritu del Señor”.

Devocionales refúgiate en su palabra, Casa de Refugio. PHMM  #MiMetaEsComprender

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