“¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia”. (Romanos 6:15-18 RVR1960)
El apóstol Pablo en su carta dirigida a los romanos quería dejar muy claro el significado teólogico del evangelio, la forma en la que la muerte de Jesús impactaba la vida de los creyentes. Sabiendo pues, que ninguna persona de la Trinidad ha cambiado ni antes ni después de la muerte de Jesucristo, el Plan de Salvación que se consumó en la Cruz del Calvario permite al creyente gozar de una manifestación de la gracia del Padre que no tuvo en otro tiempo y que, aunque no la merece, la recibe POR FE. A partir de este momento glorioso que dividió los tiempos de la humanidad, los que creen en el evangelio dejarán de vivir bajo la ley para entrar a vivir bajo la gracia de Dios.
No existe ninguna forma en la que el hombre pueda salvarse por sus propios medios, bien lo dice la palabra: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” (Efesios 2:8-9 RVR1960). No hay obras, acciones y hechos distintos a la fe que puedan permitirnos acceder a lo que fue pagado a precio de sangre, la única forma en la que se justifica el hombre es a través de su fe en la sangre derramada por Cristo.
Esta importante verdad, bajo una lectura sin un claro contexto bíblico, puede generar un errado entendimiento de la gracia y fue lo que llevó a Pablo a responder la pregunta: “¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia?”, así como en los aspectos terrenales nos sometemos a la autoridad de nuestros gobernantes, Constitución, Decretos y Leyes demostrando con nuestro comportamiento que nos regimos bajo su autoridad; no es distinto en lo espiritual, confesar nuestra en fe en el sacrificio de Jesucristo nos conduce a regirnos bajo la autoridad del Rey de Justicia. Fuimos liberados de la esclavitud al pecado y nuestra conducta debe reflejarlo, no servimos al Enemigo. Nuestra decisión de seguir, obedecer y ser siervos de la justicia de Cristo será el fruto de una fe genuina. La gracia de Dios nos da la libertad para vivir una vida en busca de la santificación. El verdadero creyente no se deleita en el pecado sino que, como Dios, lo aborrece.
¡Andemos gozosos de haber sido galardonados con la gracia de Jesucristo que nos trae libertad y el anhelo de agradar a Aquel que servimos, nuestro amado Jesús, que nos ha prometido que a su lado nuestro fin siempre será glorioso!
MALS – Casa de Refugio
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