Somos elegidos por Dios

Josué 1: 1- 7 RVR1960:“Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová habló a Josué hijo de Nun, servidor de Moisés, diciendo: Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie. Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Éufrates, toda la tierra de los heteos hasta el gran mar donde se pone el sol, será vuestro territorio. Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé. Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos. Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas”

Después de la muerte de Moisés, quién en obediencia a Dios había guiado y liberado al pueblo de Israel de la opresión de Egipto, Josué se convirtió en su sucesor, y ahora él sería quién llevaría el pueblo a la tierra que Dios le había prometido a sus antepasados. Pero, ¿podemos imaginar la responsabilidad y temor que podríamos tener al ser los encargados de semejante tarea?, pues, así como Dios eligió a Josué, nos eligió a nosotros, siendo un corazón dispuesto lo único que Él busca y espera.

No hay cabida para el temor una vez somos llamados a hacer la obra de Dios, pues tal como lo dice el versículo 5, Dios nos dice que estará con nosotros siempre.

Al igual que Josué, somos llamados a conquistar naciones, tal vez no directamente como él, pero si en nuestro diario vivir, donde luchamos con nuestra carne, y pasamos por situaciones difíciles.

En este pasaje, Dios nos da claras indicaciones de lo que debemos hacer al momento de iniciar el camino de nuestro llamado:

1. Ser fuertes y valientes porque toda situación difícil lo requiere.

2. Obedecer su Palabra siempre.

3. Ser obedientes, Dios demanda obediencia a sus mandatos y al cumplirlos, nos prospera y nos sostiene.

Estos tres pasos nos muestran que sin importar lo difícil que pueda ser la situación que vayamos o estemos viviendo, Dios siempre estará con nosotros si le buscamos, jamás nos dará la espalda o abandonará, pues es nuestro Padre y como buen Padre que es, nos ama y en su perfecto plan y voluntad siempre quiere que todas las cosas nos ayuden a bien.

Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (MM) #mimetaesanimar

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