Somos Restauradores
Mateo 4:18-25 RVR1960. Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron. Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y se difundió su fama por toda Siria; y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó. Y le siguió mucha gente de Galilea, de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y del otro lado del Jordán.
 
El contexto de este pasaje es el inicio del ministerio de nuestro Señor Jesucristo. En los otros evangelios podemos encontrar más detalle del llamado de Jesús a Simón Pedro y Andrés, su hermano, y de Juan y Jacobo, de hecho, hemos estudiado mucho acerca de este llamado, sin embargo, cuando meditaba en este pasaje mi atención se enfocó en un detalle que nunca había notado y es que cuando Jesús llama a Juan y a Jacobo, ellos estaban remendando la red de su padre Zebedeo.
 
Me inquieté por el significado de la palabra remendar, que significa, reforzar con puntadas las partes rotas de una prenda, de tal manera que se recupere su forma original. Esto me llevó a pensar en la similitud con la palabra restaurar, que significa arreglar desperfectos que permitan a la pieza volver a su estado inicial.
 
Ahora, ¿Cómo asociamos estos conceptos con el propósito del mensaje? Juan, el discípulo amado, muestra a Jesús como Dios. A lo largo del evangelio habla de la obra de restauración que Cristo hizo en la tierra. Él murió por nosotros, tuvo la peor muerte que podemos encontrar en la historia de la humanidad y lo hizo para traer a nosotros la vida eterna, y con ella, la redención de nuestros pecados. Cristo vino a restaurar nuestras vidas para hacernos aceptos delante del Padre, cubrió nuestros pecados para hacernos dignos, como lo éramos antes de pecar.
 
La obra de Cristo en nuestras vidas es restaurarnos cada día y cuando lo recibimos como nuestro Señor y Salvador, nuestros pecados son echados en la cruz del calvario y recibimos también la encomienda de la restauración.
 
Tu pecado y mi pecado, ya está cubierto por el Señor, esto nos hace responsables, como los discípulos de la iglesia primitiva, de cumplir verdaderamente la gran comisión, “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” (Mateo 28:19-20)
 
Esto quiere decir que, sobre nuestros hombros está la responsabilidad cumplir la gran comisión siendo herramientas de restauración donde quiera que vayamos. No es acertado pensar que el Señor nos eligió sin un propósito. En este tiempo estamos siendo llamados a restaurar la red, nosotros, humanos imperfectos, tanto como aquellos primeros discípulos, y resulta alentador vivir con la convicción que no tenemos que ser santos superdotados para ser usados por Dios. No importa cuales son nuestros talentos, nuestras aptitudes, nuestras profesiones, nuestros oficios, si junto con recibirle a él, le entregamos todo lo que somos, sin duda, él los va a usar en favor de los que ama.
 
Devocionales Refúgiate en su Palabra, Casa de Refugio (DS)
#MimetaesSanar

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