Su Justicia Prevalece
Miqueas 7:18-19 NVI: “¿Qué Dios hay como tú, que perdone la maldad y pase por alto el delito del remanente de su heredad? No estarás airado para siempre, porque tu mayor placer es amar. Vuelve a compadecerte de nosotros. Pon tu pie sobre nuestras maldades y arroja al fondo del mar todos nuestros pecados”.

Las escrituras revelan cómo Dios ha controlado y gobierna el transcurrir de la historia, utilizando incluso a naciones paganas para llevar a cabo el propósito con su pueblo. Su soberanía se ve reflejada también en la capacidad para juzgarlo y restaurarlo, según su justicia y voluntad.
El profeta Miqueas trae un mensaje de juicio, pero a la vez de esperanza. Ocurre antes de que el pueblo de Israel fuera llevado cautivo a Babilonia y esa es la advertencia que se predica. Miqueas habló el evangelio del arrepentimiento y perdón, no buscó agradar a los hombres sino cumplir la voluntad de Dios. En su profecía les recordaba la misericordia con la que el Creador los había tratado, la cual se extendía para darles su perdón ante un genuino arrepentimiento. Dios no requiere rituales vacíos sino una actitud de humildad y amor.

En Miqueas vemos la grandeza de un Dios justo, es el primero en denunciar la opresión, la desigualdad y la corrupción de los pueblos vecinos, de los líderes, y del pueblo contra sí mismo; les advierte que no los abandonará a pesar de su infidelidad, los bendecirá y estará con ellos, pero su justicia prevalecería.

El amor de Dios no es permisivo, su amor es justo, no podemos separar el amor de su justicia. Y es ese amor el que debe llevarnos a la obediencia, a cumplir su voluntad por encima de la nuestra. “Si me amáis guardad mis mandamientos.” (Juan 14:15)
Él conoce nuestro pasado, nuestras verdades más ocultas, nuestros secretos mejor guardados y aun así nos ama tanto que podemos volvernos a Él después de fallarle, si nuestro corazón muestra arrepentimiento, no porque no tenga en cuenta nuestros pecados, sino porque nos perdona por los méritos de su Hijo Jesucristo. Isaías 53:5 nos dice: “Por sus llagas fuimos nosotros curados”.

Este pasaje nos invita a ser entendidos de nuestro pecado para ser más conscientes de nuestra necesidad de salvación. La gracia es un regalo inmerecido para el pecador arrepentido. No podemos limitar el evangelio de Cristo solo al perdón, se requiere un arrepentimiento genuino y una aceptación de la obra de Jesús en la Cruz de manera sincera, aceptar la gracia para recibir misericordia.

Hoy como Miqueas, no podemos tener miedo de llamar al pecado por su nombre y predicar la palabra de Dios sin acomodarla, sin engaño y adulación, así nos traiga oposición, amando también la justicia de Dios entendiendo que es necesaria para que reine el perdón y no el pecado, buscando imitar la vida de Señor Jesucristo, quien a pesar de ser Dios justo, obró con misericordia y humildad aceptando la voluntad y los propósitos del Padre.

Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (GVO)
#MimetaesPerdonar

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