Tardos para Hablar, prontos para Escuchar
Santiago 4:11-12 RVR1960: “Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. 12 Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?”
 
El pasaje que Dios nos regaló hoy habla directamente de no murmurar los unos de los otros. Honestamente como seres humanos muchas veces nos es difícil no exponer nuestras opiniones sobre lo que creemos de los demás (cómo actúan, lo que dicen o la forma en la que afrontan situaciones). El problema está en que creemos que lo que nosotros pensamos siempre es lo correcto versus lo que hacen los demás, y terminamos no solo dando nuestra opinión, sino colocando juicio sobre nuestros hermanos, lo que no trae absolutamente nada bueno.
 
La murmuración es hipocresía básicamente, como dice Lucas 6: 41-42: “Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?”; primero debemos procurar ser conscientes de nuestros errores antes de enviar juicio sobre los de los demás. La murmuración realmente es todo lo contrario a lo que creemos que hacemos, porque bien nos haría hablar con nuestros hermanos y aconsejarlos antes que someterlos a escarnio con los demás.
 
Pareciera que siempre estamos listos para acusar a un hermano en lugar de escucharlo, pareciera más fácil ventilar los problemas de otros que edificar el cuerpo de Cristo mediante lo que el Señor nos ha enseñado a través de su palabra y por el desierto que nos ha pasado en otro tiempo. Pareciera que se nos olvida la humildad y pasamos a ser mejores que todos en un plano inalcanzable; pareciera que se nos olvida que es por gracia que estamos donde estamos, que si no fuera por la sangre de Cristo todos tendríamos que morir por nuestros pecados y delitos, tal vez “habría más de un calcinado”. El Señor en medio de este tiempo nos ha recordado el ser humildes, que significa estimar a mi hermano como superior a mí.
 
Todos somos iguales, ante los ojos de Dios no hay “favoritos”, solo hijos que se someten a su voluntad y son usados por nuestro Padre porque hay consagración a Él; por tanto, no estamos llamados a juzgar a nadie y menos a un hermano en la fe, estamos llamados a apoyar, a levantar los brazos del hermano en medio de la prueba para que haya victoria, como dice la palabra (Éxodo 17:11-12), llamados a oír y muy tardos para hablar ligeramente, y como dice Santiago 1:19: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse”.
 
Hoy el Señor nos insta a callar cuando es debido y escuchar cuando es preciso. Pidamos sabiduría de lo alto para actuar como hijos de Dios y para cuidar en amor a nuestros hermanos. Alguna vez escuché en una prédica que cuando alguien se acerca a hablar algo de otro hermano, el pastor preguntaba: ¿lo que me contarás de tu hermano edifica su vida?, de no ser así, prefiero no escucharlo y más bien orar por él, lo cual, siempre me pareció sumamente confrontante, pero tan real que creo que es una excelente forma de evitar y hacer caer en cuenta cuando estemos por tropezar en ello.
 
Recordemos que lo mejor que podemos hacer por nuestros amigos y hermanos es orar, escuchar y aconsejar bajo la sabiduría que Dios nos ha otorgado.
 
Devocionales Refúgiate en Su Palabra, Casa de Refugio (MO y MM)

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