Tiempo de Ver los Renuevos
Génesis 12:1-2 RVR1960: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. “
 
Hace algunos años recibí esta palabra del Señor.  Al principio no fue muy claro para mí lo que Dios me quería decir, pero ante la insistencia, me vi obligada a estudiar profundamente este pasaje tan conocido y en ese entonces marcó mi vida hasta el día de hoy. Lo que inicialmente asociaba con la necesidad de salir de la casa familiar, era en realidad una orden de Dios a romper con el sistema de apego emocional que había creado con mis papás, pero en especial con mis hermanos.
 
Ese “Vete de tu tierra y tu parentela” es un llamado claro a levantarnos, incomodarnos para salir de nuestra zona segura en dirección a la nueva vida que el Señor ha preparado para ti y para mí.  Responder adecuadamente a este llamado implica madurez, obediencia y fe. Madurez porque debemos aprender que las pataletas espirituales con Dios no solo no funcionan, sino que nos llevan al interminable ciclo de la queja que retrasa la bendición; obediencia porque al hacer caso al llamado, implícitamente aceptamos la soberanía de Dios sobre nuestra vida a pesar que el panorama sea confuso y fe, porque damos el paso a ciegas, confiando completamente que el plan de Dios para nuestra vida es superior a cualquier versión de la realidad que habita en nuestra mente.
 
Entender esta verdad me llevó a desprenderme de la relación malsana que había creado con mis hermanos, en la que estaba ocupando el rol de mamá y no el de hermana. Esta visión errada de mi situación familiar me mantuvo anclada muchos años a la obligación auto impuesta de cubrir sus necesidades limitando sus capacidades de crecer y madurar. Retrasé mi proceso y el de mis hermanos. Cuando llegó el momento de desprenderme, lloré amargamente porque sentía que me estaban arrancando lo que más amaba, todo era confuso y sentía mucho temor de que ellos no lograran levantarse solos, pero nada más lejos de la realidad. Los planes del Señor, como siempre, fueron superiores y lo que al principio dolió, meses después fue motivo de mucho gozo para mi familia. Yo fui en pos de la tierra que Dios me dijo que me mostraría sin saber muy bien que estaba haciendo y Él nos bendijo grandemente conforme a su plan.
 
Este es un proceso que ocurre hasta en las plantas. El crecimiento de los cultivos no responde a capricho sino, a que se den las condiciones que las plantas y el terreno demandan. Al sembrar, la raíz de la planta es débil y corta, pero en la medida que crecen, sus raíces se ensanchan tanto que la planta empieza a sufrir a causa del poco espacio y es necesario trasplantar a un terreno más amplio donde pueda desarrollarse y mostrar su verdadero esplendor y con ese renacer, se avistan nuevos brotes que se conocen como renuevos, esos que hablan de la buena tierra en la que están plantadas y de su correcto desarrollo. Nosotros somos como esa planta que está ensanchando en el Señor y que es necesario arrancarla, para que sea renovada, crezca más sana y fuerte y siga dando los renuevos que hablan de la obra redentora de Cristo.
 
Si sientes que estás siendo arrancado, mantén la paz en medio del proceso, Dios te está llevando a un nuevo terreno de ensanchamiento, de fruto y renuevos. Ha sido doloroso, pero el que comenzó la obra es fiel en terminarla y no desistirá hasta verte reverdecer.

Devocionales Refúgiate en su Palabra, Casa de Refugio (DS)

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