Trabajando por los Nuestros, sin Excusas
1 Timoteo 5:8 RVR1960: «Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo.»

En mi vida cristiana he encontrado que las enseñanzas más simples tienden a ser las más profundas y al mismo tiempo, las más exigentes. Cuando el apóstol Pablo le dio esta enseñanza a su amado Timoteo, no podría haberle hablado más claro, le estaba diciendo sin arandelas, que la prioridad del creyente era su casa, eran los suyos, en otras palabras, no los demás. Podemos tener un gran testimonio frente a la comunidad, pero si al interior de nuestras casas el cuidado, el tiempo, la ayuda, las palabras, los detalles, no evidencian nuestra fe, NO ESTAMOS HACIENDO NADA FRENTE A DIOS, por supuesto frente a la gente quedaremos muy bien, podemos salir en hombros delante de los hombres, pero no delante de nuestro Dios, si así fuera, estaríamos fallando en apenas lo fundamental.

El primer trabajo que tenemos, sin esperar que nos deleguen formalmente algo o que nos premien por hacer lo que toca, es con nuestra casa, por los nuestros, sin discriminar si lo merecen o no, si responden bien o no y claro, algunos la tienen más fácil que otros, pero a todos nos toca dar para los nuestros y punto.

 El versículo es crudo en calificar como de peores que los incrédulos a aquellos creyentes que desatienden su casa. Quién de nosotros podría escapar de entender esta enseñanza o de tildarla de compleja o dada a interpretaciones o algo similar? NINGUNO, es tan clara la instrucción que lo que queda es obedecerla o desobedecerla, sin gama de grises.

Judá, antes de ser cautivo por Babilonia, tuvo la oportunidad gloriosa de regresar al templo y a la Palabra, y en efecto regresaron al templo pero solo al edificio, en su corazón toda consagración se había perdido, sin embargo, el rito era sagrado. La Palabra no la escucharon porque la que les mandaba el Señor, no les gustaba, era muy dura para aceptarla y la consecuencia fue CAUTIVERIO, por no haber obedecido, aun cuando en las formas, sacaban 10/10.

Cuando trabajé con jóvenes, yo siendo una, me llamó poderosamente la atención que la mayoría de ellos, eran lo máximo dentro del templo (alegres, serviciales, extrovertidos), pero a muchos no se les oía hablar de sus casas, no se conocían sus familiares y hasta me preguntaba a qué hora paraban en sus hogares, si todo el tiempo estaban en la iglesia. Muy rápido noté que tenían mucho que resolver con sus casas, a la mayoría les avergonzaba lo que tenían o más bien lo que no, no se sentían cómodos con su gente, se les notaba su tristeza y sus heridas, sus rabias y sus quejas comenzaban a aflorar. Solo cuando fui creciendo, en todo sentido, fui entendiendo que en la medida que trabajábamos por nuestras familias, se iban sanando nuestras heridas y se iban soltando ataduras y hasta maldiciones, comencé a entender qué era ser verdaderamente libres, haciendo lo básico: encargándonos de los nuestros, eso era una parte esencial de encargarnos de nosotros mismos.
Iglesia amada, trabajar por otros es fácil, pero trabajar por los nuestros no lo es, exige determinación, perdón constancia, paciencia, amor a montones, dominio propio cada segundo…exige que estemos en comunión con Cristo, de hecho, esa comunión se refleja justamente en la entrega por los nuestros. No se trata de un trabajo fácil, pero no por eso es complejo, no por eso hay que enredar el mensaje ni buscar excusas, la simpleza de esta enseñanza nos exhorta a volver nuestra mirada a los nuestros con amor, porque solo aquel que ama sirve, que nuestro testimonio sea de amor por los nuestros, un amor que da tiempo, que ayuda, un amor que entiende, que escucha, que pasa por alto la ofensa, que crea lazos de amor con detalles, con palabras, con ternura. Nuestras casas son nuestra prioridad y la clave, es nuestra comunión con Cristo, en el secreto el Espíritu de Dios nos pondrá y nos quitará todo lo necesario para esta hermosa labor.

Devocionales Refúgiate en Su palabra, Casa de Refugio (MP)

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