Trascendencia De Alabar al Señor
1 Samuel 2:1- 11. LBLA “Entonces Ana oró y dijo: Mi corazón se regocija en el SEÑOR, mi fortaleza en el SEÑOR se exalta; mi boca sin temor habla contra mis enemigos, por cuanto me regocijo en tu salvación.2No hay santo como el SEÑOR; en verdad, no hay otro fuera de ti, ni hay roca como nuestro Dios.3No os jactéis más con tanto orgullo, no salga la arrogancia de vuestra boca; porque el SEÑOR es Dios de sabiduría, y por El son pesadas las acciones.4Quebrados son los arcos de los fuertes, pero los débiles se ciñen de poder. 5Los que estaban saciados se alquilan por pan, y dejan de tener hambre los que estaban hambrientos. Aun la estéril da a luz a siete, mas la que tiene muchos hijos languidece. 6El SEÑOR da muerte y da vida; hace bajar al Seol y hace subir. 7El SEÑOR empobrece y enriquece; humilla y también exalta. 8Levanta del polvo al pobre, del muladar levanta al necesitado para hacerlos sentar con los príncipes, y heredar un sitio de honor; pues las columnas de la tierra son del SEÑOR, y sobre ellas ha colocado el mundo. 9El guarda los pies de sus santos, mas los malvados son acallados en tinieblas, pues no por la fuerza ha de prevalecer el hombre. 10Los que contienden con el SEÑOR serán quebrantados, El tronará desde los cielos contra ellos. El SEÑOR juzgará los confines de la tierra, a su rey dará fortaleza, y ensalzará el poder de su ungido. 11Entonces Elcana se fue a Ramá, a su casa. Y el niño servía al SEÑOR delante del sacerdote Elí”
 
El canto de Ana representa la exaltación a Dios por la respuesta a su clamor de tener un hijo, lo que en sí mismo es un testimonio enorme, hermoso y digno de ser reconocido, porque le concedió su deseo, porque no la dejó en vergüenza, porque dio testimonio de la soberanía y poder de nuestro Dios, no obstante, este canto representa muchísimo más: Samuel, el anhelado hijo de Ana, llegó en una época de mucho conflicto político y moral en Israel. El pueblo había estado sometido a los filisteos, el templo en Silo había sido profanado, el sacerdocio era corrupto e inmoral. La nación no tenía rey, era el tiempo del gobierno de los jueces. En este contexto se presenta una situación individual, aparece Ana, una mujer que anhelaba un hijo y le clamaba a Dios por él y Él escucho su oración y le concedió la petición de su corazón. Por supuesto el nacimiento de Samuel le trajo a Ana un gozo, una confianza, una plenitud que se expresan en su canto, pero sin saberlo, el nacimiento de su hijo trascendía a su núcleo familiar, este nacimiento anticipaba un tiempo diferente para toda la nación, uno por medio del cual Dios hizo avanzar Su plan de redención, uno que preparaba la entrada del Mesías a la historia terrenal.
 
Samuel como el Señor Jesús, fueron hijos de la promesa, ambos fueron dedicados a Dios antes de nacer, representaron un antes y un después para la historia de Israel, Samuel fue profeta y sacerdote, nuestro Señor Jesús fue profeta, sacerdote y además Rey. Que curioso resulta saber que el pueblo pedía un rey en la época de los jueces, entre tanto, Ana clamaba desesperadamente por un hijo y Dios le concedió a su hijo Samuel y a través de él comenzó a introducir Su trono en la historia, no solo de Su pueblo, sino de la humanidad.
 
Cuando pasamos por las aguas, por el fuego, por los valles de sombras de muerte, por angustias, por dolores, quebrantos, injusticias y toda clase de males que todos vivimos, en mayor o menor proporción, nuestro ánimo desfallece, nuestras fuerzas menguan y es apenas normal, pero que importante que, a pesar de nuestro estado, nuestra fe permanezca, que importante decir en medio de cualquier circunstancia: con todo te alabaré oh Jehová, con todo me alegraré en el Dios de mi salvación. Generalmente no conocemos el impacto de permanecer firmes en nuestra fe a pesar de nuestras emociones, de poner continuamente nuestros anhelos a los pies del Señor, de persistir en nuestros ruegos confiados que, en Su tiempo, el Señor nos responderá. El impacto de permanecer en el Señor a pesar de todo, no solo se reflejará en nuestra esfera personal o familiar, sino que puede girar el rumbo de lugares y generaciones.
 
Ahora, Ana no alabó al Señor cuando Dios le dio un hijo, Su canto no comenzó con la respuesta, Su victoria no se dio con el nacimiento de Samuel, comenzó con su quebrantamiento, cada rendición, cada clamor delante de nuestro Dios, fue parte de su canción, fue su alabanza escrita con lágrimas. Amados, el Señor nos invita a poner nuestros ojos en Él, aun cuando estén llenos de lágrimas, contemplemos Su poder aunque todo a nuestro alrededor parezca derrumbarse, refugiémonos en Su amor y en Su protección, cuando no podamos pronunciar siquiera una palabra en Su presencia, mañana nos amanecerá Cristo y seremos como la luz de la aurora que va en aumento hasta que el día sea perfecto, entonces podremos cantar: No hay santo como el SEÑOR; en verdad, no hay otro fuera de ti, ni hay roca como nuestro Dios.
 
Devocionales Refúgiate en Su palabra, Casa de Refugio.
#MiMetaEsAlabar

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